Existe un momento en el que alguna vez hemos deseado con tantas fuerzas que el tiempo se detenga, que las manecillas del reloj se detengan, que el segundero no avance tan rápido y tener más tiempo para reflexionar, para tomar una decisión, para asimilar lo que pasa a nuestro alrededor. La compañía MarfilTeatro retomó un proyecto que ya estaba construido para su desarrollo en los teatros pero que, la plataforma resultó ser un acierto para esta nueva adaptación.

La dramaturgia de Jaime Noguerón el pasado 20 de enero, tuvo lugar en la plataforma zoom que el Teatro la Capilla ofreció por el Ciclo de Teatro de los Estados, en este caso, representando a Yucatán, la obra dirigida por David Hurtado y actuada por Randia Escalante y con la participación especial de Filira Baqueiro Escalante, reconstruyeron una historia para su consumo virtual sin abandonar la música que juega un papel importante en la narrativa a cargo de Érik Baqueiro. 

Randia Escalante, interpreta a Mariana, la más pequeña de cuatro hermanas. La más pequeña de la casa, una casa a cargo de una mujer, su madre que, al transcurrir los minutos, logramos identificar su presencia cuando una tos ataca sus diálogos. Seguimos viendo a Mariana con su overol rosa y camisa azul, de trenzas largas con su reloj nuevo azul, pero también vemos a Julieta, Laura y a Isis, y las conocemos y reconocemos en cada intervención. 

Mariana aprende a soltar y, su edad no es ningún impedimento para que, en cincuenta minutos, nos comparta el viaje que cruzo para lograrlo. Randia en la piel de Mariana comparte la lección que muchas veces se le oculta a las y los más pequeños de los hogares. Por temor a que no lo logren comprender, porque aún son muy jóvenes para asimilar lo que los adultos sí (o casi siempre tampoco). 

La pequeña de la casa se da cuenta de cada detalle que se le quiere ocultar, cada segundo que transcurre en las manecillas de su reloj de mano es equivalente a cada nueva conclusión que ella saca en relación a un miedo que pasa por su mente y que se refleja en sus cejas pobladas, en sus ojos grandes, en su cuerpo explorando cada espacio de su casa para encontrar respuestas, de un miedo que han querido hacerle creer que no existe pero que ella ya lo vive, el miedo de perder a su mamá.

Entre varias pantallas simultáneamente se puede ver en distintos ángulos, que permiten al espectador mantenerse alerta de cada movimiento, una forma más amplia de conocer su inquietud, mientras salta, mientras baila, mientras se asoma en cada hoja de cada libro que encuentra de esas amplias repisas. Una herramienta que pasó a ser fundamental para el desarrollo en esta adaptación virtual. Esos libros que siempre estuvieron a su alcance y en los que encontró la manera de explicarse a sí misma y a quienes se encontraban del otro lado de la pantalla, a atar los indicios que poco a poco coleccionaba.

Entre su conflicto de no saber si era mejor detener el tiempo para evitar el sufrimiento del ser que más quería, o si fuese mejor opción desear que todo pasara más rápido para que ese dolor fuera efímero. Son cuestiones a las que no hay edad para entender, es por eso que “Tic tac o el día en el que el tiempo se me vino encima” representa algo más que a una niña enfrentándose al dolor. Refleja la importancia de darle su lugar a las y los niños. 

Mariana es un ejemplo de que no hay edad para las situaciones difíciles que casi siempre se les designan a los adultos, que no hay edad para las preguntas ni para obtener respuestas, no hay tampoco, un día en el que llegan las explicaciones que deseamos, pero lo que sí se puede encontrar, son espacios para atender a las voces de los más pequeñas y pequeños. Puede que su forma de ver y de entender algo tan complicado como la muerte resulte ser más cálida y digerible para todos. 

 “Deje de usar reloj; que el tiempo avance como se le dé la gana” – dice Mariana mientras se desprende de un objeto que la acompañó durante la obra. De un objeto que acompaña al ser humano durante toda su existencia, que acecha sin dejar nunca un respiro porque el tiempo siempre acompaña y es un recordatorio de que todo se encuentra en movimiento, que no para por más lágrimas que se derramen. Por más que Mariana lo deseara, una puerta se cerró y entre las luces azules y rojas vio marchar a su madre que no volvió a entrar. Un recordatorio para grandes y pequeños, que no hay edad para comprender la ausencia.