“Pueblo chico, infierno grande” una frase que todos hemos oído más de una vez y que, generalmente, pocos hemos experimentado. Ya sé, ya sé, una oficina pequeña donde nada puede ocultarse puede parecer un verdadero averno. Martin McDonagh nos enseña con su más reciente cinta Three Billboards Outside Ebbing, Missouri que no tenemos ni idea de lo que significa una verdadera vida infernal.

La trama gira en torno a Mildred Hayes (Frances McDormand), una madre que exige justicia ante el homicidio y violación de su hija, cae en la desesperación ante la falta de la misma, por lo que renta tres vallas publicitarias cuestionando al jefe de policía local: “Raped while dying” (Violada mientras moría)  “and still no arrests?” (y aún no hay arrestos?)“How come, Chief Willoughby” (Cómo es posible, Jefe Willoughby).

La polémica desatada por los anuncios en contra de Bill Willoughby (Woody Harrelson) se ve agraviada por la condición del comandante quien padece cáncer, por lo que los pobladores de Ebbing, Missouri lo toman como un tema personal. Por su parte, la familia Hayes encontrará en los anuncios la leña que aviva el fuego de su propio infierno: ataques, amenazas e incluso un debilitamiento de la relación entre la madre y su hijo que se suman a un luto que no termina a falta de un culpable.

Ahí no acaba el asunto. Los tres anuncios también sirven para hacer arder los fantasmas de oficial Jason Dixon (Sam Rockwell -en su mejor papel, por cierto-) quien ha desarrollado una personalidad racista gracias a un odio inexplicable que estruja su ser. Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es la película que lleva a los límites el significado de nuestro frase coloquial y nos enseña cómo un pueblo chico puede ser algo más que un infierno, puede ser el mismísimo demonio.

El drama se disfruta de principio a fin, su crudeza no deja de lado el humor negro, ese que siempre se hace presente, incluso en los peores momentos. McDonagh mostró una evolución en su carrera. No recicla el estilo de In Bruges, y se mantiene alejado de los absurdos de Seven Psychopaths. Es una versión de comedia mucho más sutil y humana que se comunica a la perfección con la tragedia que vemos en la pantalla.

Hace algunos días, leía una reseña que recriminaba la misantropía del film, en el texto también había un aire de reproche ante un soundtrack que tachaba de folk indie, pero lo que más me sorprendió fue su concluyente cierre donde su veredicto dejaba a Three Billboards Outside Ebbing, Missouri como una película ambigua y decepcionante. Nada más alejado de la realidad.

De entrada, me queda claro que ese crítico desconoce por completo el significado de la palabra misantropía; confundido clasificó así a la cinta basado sólo en el papel de Sam Rockwell, o quizá el mensaje de las vallas lo remitió a creer que el centro de la historia estaba en aquel asesino, del que nunca sabemos nada. No, señor, los destellos de sátira de la comedia en contextos dramáticos tampoco la convierten en misantropia.

Tampoco puedo pasar por alto el descontento con su soundtrack. Sí, Monsters of Folk hace una aparición con ‘His Master’s Voice’ y sí, es una agrupación indie que toca folk; pero no, el soundtrack no pretende ser amado por hispters, sino fungir como un acompañante de emociones. En su música se incluye ‘Walk Away Renée’, canción que figura como una de las mejores de todos los tiempos, en la lista creada por la revista Rolling Stone. Además se escucha una versión más lenta de la country ‘Buckskin Stallion Blues’ de Townes Van Zandt.

“Pretty songs and pretty places
Places that I’ve never seen
Pretty songs and pretty faces
Tell me what their laughter means
Some look like they’ll cry forever

Tell me what their laughter means.”

Esas bellas líneas suenan en voz de Amy Anelle -sí, ella es indie, la canción no lo es-, entonces los créditos aparecen, comienzan los suspiros y los cinéfilos se levantan de sus butacas, lentos, pensativos, asimilando de a poco ese raro sentimiento de melancolía mezclada con esperanza. Nada más contradictorio pero al mismo tiempo no hay nada más parecido a la realidad. Como cuando acabas de llorar pero eso no evita que rías ante el chiste de bobo de un ser querido, te limpias las lagrimas y sigues tu camino, porque al final sabes que eso es lo único que queda por hacer.

Si alguien necesita una razón explícita para cada acción de sus personajes, si necesita vulgarizar la cinta con escenas que obvien la ira o la frustración; si alguien exige lógica ante la tragedia, es alguien que no sólo no vive en este mundo, sino que su pluma carece de sensibilidad y en este caso, de argumentos sólidos.

Si alguien tiene dudas o me preguntara si recomiendo la cinta, no recurriría al típico gancho de las diversas nominaciones y premios con los que cuenta Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, simplemente les diría que deben verla porque su belleza radica en su lado humano, absurdo, trágico y divertido como la vida misma.