En un mundo donde el estigma rodea el tema de las enfermedades mentales, es difícil comprender el impacto que estas condiciones tienen para quienes la padecen y para sus familias. Enfrentarse a la abrumadora labor de cuidar a una persona afectada por trastornos como la depresión o la esquizofrenia es doloroso y desafiante. Retratarlo en el teatro, el cine o cualquier arte es un llamado a la empatía social. 

El Padre, obra teatral escrita por Florian Zeller, profundiza en la complejidad del deterioro cognitivo y las relaciones familiares a través del personaje de Ándres, un hombre de la tercera edad que padece demencia senil. La puesta en escena nos presenta una realidad fragmentada y confusa donde pareciera que tanto sus cuidadoras, como su hija y yerno traman en su contra.

Aferrado al tiempo y a sus memorias, Andrés rechaza ayuda de cualquier persona extraña, por lo que Ana se ve obligada a asumir el rol de cuidadora. Sin embargo, su tarea se complica con el deseo de mudarse a Los Ángeles para vivir junto a su pareja. A medida que la enfermedad avanza, Ana se encuentra en una encrucijada emocional, debatiéndose entre su deber filial y su propia vida.

La dirección de Angélica Rogel pone atención a cada detalle y lleva al elenco, conformado por Luis de Tavira, Nailea Norvind, Pedro de Tavira, David Calderón, Alejandrina González y Úrsula Pruneda a entregar  interpretaciones de gran profundidad y autenticidad que forman un mosaico de emociones que terminan por llevar a la audiencia hasta el llanto.

La visión creativa de la obra, logra poner al espectador en total entendimiento de Andrés, del atesoramiento que hace de su independencia y autonomía, así como de la angustia que pasa al tener momentos de lucidez combinados con la confusión. Al mismo tiempo, podemos sentir y empatizar con la situación de Ana, su frustración y su angustioso descubrimiento de los recuerdos que ha perdido su padre.

Sin embargo, uno de los elementos mejor usados para crear la atmósfera necesaria que represente una enfermedad mental es la escenografía. Jorge Baillina diseña un departamento que cambia de lugar sus muebles, con puertas que desaparecen, con un diseño lleno de capas transita por la naturaleza frágil de la memoria. Cargado de azules que nos remiten a la nostalgia, la profundidad de la mente y lo misterioso de su funcionamiento. 

El juego que se monta en ese espacio resulta de una estética tan bella que cada cambio es una postal que ayuda a que la audiencia logre ponerse en los zapatos del Padre. Nos permite mirar los recuerdos y momentos desde sus zapatos para comprender cómo pequeños cambios distorsionan la realidad. Es un símbolo del paso del tiempo, del cambio.

El Padre es una extraordinaria llamada a valorar cada momento junto a las personas que amamos. Es una experiencia emotiva que desafía las nociones preconcebidas de la vejez a través de la reflexión del significado del amor y del sacrificio. Es, sin duda, un imperdible para los amantes del teatro. 

Esta segunda temporada arrancó el 15 de marzo y estará 12 semanas más con funciones los viernes, sábados y domingos en el Teatro Fernando Soler. Puedes adquirir los boletos a través de la boletera de Ticketmaster o directo en taquilla.