Cuando una narrativa está bien construida, los diálogos no hacen falta. Emilia y su globo rojo es el claro ejemplo de cómo una obra de teatro puede contar tanto a través de la música, la escenografía y la fantástica expresión corporal de los actores que dan vida a los personajes en escena.  En estas fechas se cumplen dos décadas de su estreno, un logro para nada menor.

Inspirada en el cortometraje francés Le Balloun Rouge del cineasta Albert Lamorisse, la historia sigue a Emilia, una niña de la zona central de un México antaño en donde los infantes podían salir a la calle a convivir con el entorno, la cual guarda una estrecha relación con un globo de color rojo, el cual parece tener vida propia y estar sumamente encariñado con la joven de trencitas. 

El antagonista de está historia es un niño. Así, sin nombre: un pequeño abusivo que busca molestar a Emilia al no soportar la relación entre ella y su amigo globo.  En el escenario, su aparición se caracteriza por las luces rojas y la música grave que alertan el peligro de tenerlo cerca. 

Representados por los diestros titiriteros, los personajes peculiares de nuestro país son una maravilla visual. Desde el vendedor de tamales hasta el señor de los camotes, pasando por los vehículos como el camión de la basura, el transporte público o el servicio de rescate animal. Ni qué decir de la gente qué mueve los ojos y que Emilia usa para esconderse cuando el niño se acerca. 

La cantidad de recursos empleados es una grata sorpresa al público espectador. La iluminación es fantástica y transmite tantas emociones con solo cambiar los colores del escenario o hacerse pequeña. 

La música es aquello que acompaña magistralmente todo lo que ocurre en la puesta. El mérito artístico de Iker Madrid  en la composición sonora es innegable. 

No hace falta preguntarse a qué se debe el éxito de esta obra encantadora tanto para niños como para los adultos. La adaptación de Esmeralda Peralta y Leticia Negrete, así como la dirección de Leticia Amezcua ha sido maravillosa, dando una sensación de novedad como de nostalgia. 

Realmente se trata de una experiencia teatral imperdible, que estará disponible hasta el 21 de abril los sábados y domingos a las 12:30 horas en el Teatro del Bosque Julio Castillo perteneciente al Centro Cultural del Bosque

Sin duda, una historia a la que no hay que negarle la oportunidad de conmovernos.