Los huracanes reciben nombres de personas, aquellos que son más destructivos son borrados de las listas como nosotros borramos de nuestra memoria a las personas”.

Este Domingo 03 de diciembre en el Teatro Sergio Magaña se develó frente a prensa e invitados especiales la placa de 100 representaciones de Wilma, pieza teatral cuya presencia ha traspasado los límites nacionales.  

Wilma es un monólogo escrito e interpretado por Itzhel Razo, esta historia autobiográfica nos lleva a recorrer los episodios más intensos en la vida de la artista, así como la tradición lingüística, cosmogónica, cultural y social del estado de Yucatán de donde es oriunda.  

Los cabellos de Itzhel flotan mientras repite una y otra vez la misma alerta ciclónica que escuchaba de niña desde la radio en idioma maya, su cuerpo se mueve despacio, al ritmo del viento. Las palabras se convierten en un cántico, las luces junto con los movimientos se tornan hipnótico a medida en que transcurren los segundos. 

A todas las personas un evento, nombre o situación pautaron su vida, en el caso de Razo fue el agua la que lo hizo, desde el hundimiento del Titanic, evento del cual su bisabuela resultó sobreviviente, hasta tener que arreglárselas sola para aferrarse a la vida en el ojo del huracán más fuerte que ha impactado en tierras yucatecas. 

Por su parte, Itzhel habla de la alienación, un sentir de extrañeza frente a su propia gente y entorno, puesto que, para nada le fue fácil lidiar con las expectativas de su abuela paterna, mujer quien perteneció a la élite de Yucatán de ts´uul’ob.

Wilma es un impactante performance que se cuenta desde el pulmón, porque los huracanes son vientos que mueven al mar y este se vuelca contra pueblos enteros. Los huracanes más fuertes se borran de las listas, las personas se borran de la memoria, pero los sentimientos no se arrancan del corazón.