Carlos Lenin: el cambio del paradigma de la violencia
Balazos, golpes, gritos, explosiones, muerte, sangre… todas estas palabras son parte de los tintes de una amplia paleta de colores con la que se ha retratado a la violencia a lo largo de la historia del cine. Inolvidables son los planos que marca el epílogo de las películas de Quentin Tarantino o la ultraviolencia desplegada por Alex DeLarge a través de la cámara de Kubrick y ni qué decir de los perturbadores (y a la vez hipnotizantes) cuadros dibujados por Lars von Trier a lo largo de su filmografía. En todos estos ejemplos la violencia explícita reina ya sea como crítica, obsesión, expiación, condena o deseo.
Lo anterior, ha generado que la capacidad de asombro del espectador disminuya y que, por ello, la violencia se vea normalizada. Con esto no se quiere decir que el cine tenga culpa alguna en dicha normalización, sino que la manera explícita en que aparece en pantalla es uno de los múltiples signos que evidencian la expansión de la violencia a todos los ámbitos de la sociedad. Para el director mexicano Carlos Lenin Teviño el cambio de narrativa en el cine en cuanto a la violencia es necesario para profundizar y realizar nuevas lecturas en torno a este tema tangencial y evitar, así, su trivialización.
Con La Paloma y el Lobo, nominada a los Ariel 2020 en las categorías de ópera prima, actor (Armando Hernández), fotografía y sonido, el director nuevoleonés cuestiona los paradigmas de la violencia mostrados en la industria cinematográfica y apela por narrar una historia de amor en la que la violencia es un ente ausente cuya presencia se respira en cada cuadro.
Génesis de La Paloma y el Lobo
Este filme narra la historia Paloma y Lobo, una pareja desplazada de su lugar de origen por la violencia, quienes buscan amarse en un contexto y una tierra que les es ajena, tratando de olvidar, infructuosamente, un pasado que los orilló a escapar de su hogar. Paloma es una mujer fuerte que añora regresar a su lugar, mientras que Lobo es un tipo callado y ajeno que busca olvidar.
“La película nace de las historias de amor que mis amigos, que mis familiares me compartían cada vez que regresaba a mi casa, en Linares, de la ciudad de México; y por otra parte, el entorno violento que nos tocó ver, contemplar y vivir de alguna manera u otra. A mi me interesaba rescatar estas historias, ponerlas al centro de esta marea violenta y poder, quizá, reflexionar sobre nosotros, nuestra identidad en medio de esta guerra”, declaró Carlos Lenin en entrevista con Bogart Magazine.
La génesis de este filme se dio cuando Carlos era aún estudiante del Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC). “Regresando de vacaciones de la escuela de cine, de la burbuja que en ese momento en términos de la violencia era la Ciudad de México, o al menos el entorno en que me desarrollaba, me tocó que me levantaran porque mi pueblo estaba en disputa entre dos cárteles y me levantaron porque no me reconocieron”, reveló el director sin un dejo de dolor en su voz.
Este evento, junto con las historias de amor que escuchó a través de las voces que se encontraban imbuidas en la violencia, le dio la pauta a Carlos Lenin para crear La Paloma y el Lobo. Lejos de hacer explícita la violencia de la que fue víctima el director en su levantamiento, optó por enfocarse en los sentimientos que vivió en esos eternos momentos y retratarlos a través de esta pareja de amantes ajena a los cánones de la industria cinematográfica.
“Lo que a mí me interesaba compartir no eran esos retazos o pinceladas de violencia específica, sino el vacío y el miedo absoluto que en efecto sentí y viví cuando entendí o asumí que lo iba a lograr, que todo iba a terminar bien, que iba a estar vivo. Ese vacío, ese miedo, esa fragilidad era lo que a mí me interesaba plasmar en la pantalla, pero no para shockear ni como pretexto narrativo que permitiera que la película avanzara, sino más bien como un espacio doloroso en el cual pudiera suscitarse una mínima reflexión alrededor de esa violencia es parte de nosotros”.
El personaje ausente
Dentro del universo diegético de La Paloma y El Lobo la violencia está siempre al acecho, es un ente invisible que amenaza con presentarse en la pantalla; sin embargo, jamás se muestra de manera explícita. A través de largos planos que emulan a cuadros costumbristas en movimientos, Carlos Lenin logró retratar a la violencia a través del vacío que muestran sus personajes, los eternos silencios de Lobo son más impactantes y expresan más de lo que un golpe o una ráfaga de balazos podría hacer.
“A mi me interesaba construir la violencia como un personaje que está siempre amenazando con entrar a cuadro, que fuera una presencia ausente que está transformando la cotidianeidad de mis personajes, me interesaba que así fuese porque así es como yo me sentía respecto a la violencia específica que sucedió en mi casa, en mi pueblo, con mis amigos, a mí mismo. Me interesaba tratar de establecer un diálogo con esta presencia ausencia que nos permitiera reflexionar alrededor de ella”.
Esta forma de narrar una historia contextualizada dentro de un marco de violencia externa es una forma de rebelarse contra el sistema que exige un solo matiz en cuanto a la violencia se trata y que maneja estándares rigurosos en este tema. Con La Paloma y el Lobo Carlos Lenin buscó crear nuevas alternativas que rompieran con el paradigma de la violencia en el cine y abrieran nuevos espacios para el diálogo.
“No creo que sea suficiente retratar o contar lo que pasó, si esto no se transforma a través del lenguaje cinematográfico. Creo que si sólo mostramos las cosas que pasan y las contamos sin permitirnos, a través del lenguaje cinematográfico, una reflexión pues trivializan la violencia y vuelves a revictimizar a las víctimas, a limitar a la violencia a los márgenes de un espectáculo, de una frase más o menos divertida, más o menos aburrida, más o menos trágica que se convierte o deriva en un pretexto que hace que tu película funcione”.
“Yo espero que poco a poco haya más posibilidades que cineastas de distintas latitudes cuenten sus propias historias y creo que en la medida en que las personas que han enfrentado determinado tipo de violencia cuenten sus propias historias los paradigmas narrativos van a cambiar inevitablemente”.
Retratar a la violencia
La nominación a mejor fotografía en los Ariel 2020 de La Paloma y el Lobo es consecuencia directa de los impactantes y expresivos cuadros que Carlos Lenin y el fotógrafo Diego Tenorio construyeron para enmarcar la melancólica historia de esta pareja marcada por el signo de la violencia. Los personajes del filme van construyendo lo que parecen pinturas en movimientos delimitadas por marcos naturales y una amplia profundidad de campo que es fiel reflejo de sus sentimientos.
Carlos Lenin manifestó que esta manera de retratar su ópera prima con largos planos estáticos y profundos es “una respuesta, una contestación a esta fórmula con la que se suele retratar la violencia que obedece también mucho al entretenimiento. Teníamos muy claro que nos interesaba poner a nuestros personajes en el centro de este universo tenebroso, violento y claudicante, que ya se está derrumbando, que se estaba quedando sin vida”.
Paloma y Lobo realizan sus actividades cotidianas y lichas con sus sentimientos dentro de un espacio en el que la obscuridad los engulle y en el silencio ensordecedor hace más evidente su soledad, su tristeza, su miedo, todo ello dentro del marco de un amor que se niega a morir.
Al director le interesaba que en estos escenarios “estuviera sucediendo el amor, que ahí estuvieran sucediendo las imposibilidades de mis personajes, pero que alrededor de ellos siempre se sintiera la pesadez del espacio, la oscuridad las heridas del mismo lugar e intentar que se manifestaran las heridas y el estado de ánimo de mis personajes”.
* * *
La Paloma y el Lobo es una película de amor y violencia en la que el amor y la violencia se aleja de los cánones cinematográficos y nada en un lago bañado de nuevas representaciones e innovadoras formas de relatar una historia. Para Carlos Lenin esta forma de narración es necesaria para abrir la conversación en torno a uno de los problemas más graves que afecta a la sociedad: la violencia. “Creo que sobre la violencia tenemos que reflexionar mucho, nosotros somos parte esa violencia”