Presenciar a tus bandas y artistas favoritos no siempre es sencillo, ya sea porque no visiten tu país, resulte muy caro conseguir un boleto, o como tal ya no estén activos. Por eso, muchas veces los tributos parecerían una opción adecuada para cumplir ese sueño al menos en cierto grado, aunque no es garantía satisfacerlo del todo. Sin embargo, Marrano Rosa, más que un tributo, una experiencia musical impulsada por la obra de una banda de rock tan legendaria como lo es Pink Floyd, está lejos de dejar insatisfecho o indiferente a quien les escuche en vivo.

La cita fue el 14 de agosto en el Pepsi Center WTC, un miércoles lluvioso, ombligo de la semana poco menos emocionante que cualquier otro día, pero, particularmente diferente por la posibilidad de un evento como este. Los de Monterrey, Marrano Rosa, denominados el mejor tributo a Pink Floyd en Latinoamérica, conformado por Roi Zerda (Guitarra y Voz), Alfonso Delgado (Guitarra lider), Enrique Farías (Bajo), Rodolfo Rodríguez (batería) y Oscar Elizondo (Teclados), fueron los responsables de hacer volar a todo mundo. 

Mayores, jóvenes y hasta infancias, se acumularon en la sección General y en las gradas del recinto, esperando que la cuenta regresiva del reloj digital proyectado en una pantalla circular al centro del escenario, por fin llegara a cero. Después de una ligera y divertida advertencia hacia los detractores de tributos a bandas, brotó del escenario en oscuridad, la sonoridad de un viento lejano y luego, un incisivo y premuroso bajeo que fue construyendo la pista de despegue para el avión de esta velada. Uno a uno, se sumaron batería, teclado y guitarra, mientras el escenario era iluminado por luces moradas que giraban alrededor de la pantalla, hasta que todo estalló: One Of These Days, primer tema de la noche, llevó al público a saltar y volar junto con el Marrano Rosa entre la distorsión y locura al más puro estilo de Pink Floyd. 

La agrupación mexicana apenas se detuvo unos segundos después de la primera canción para expresar la alegría de estar presentes una vez más en la CDMX, pero antes de continuar, advirtieron a la audiencia que el show iba para largo, pues tocarían tres horas completas, aunque lo cierto es que ni siquiera se sintieron. Creo que una de las principales razones por las que este show fue bastante fluido y gratificante, es que está hecho por y para fans de la banda inglesa; el setlist fue armado de la mejor manera posible para conjugar canciones de las etapas más representativas de los londinenses, pero sobre todo para mantener la emoción y energía a tope. 

El Marrano Rosa no escatimó en su bagaje y fue directo con los mejores temas del grupo de Waters. Shine On You Crazy Diamond, probablemente el mejor tema de Floyd (a gusto personal) continuó la apertura del show para sumergir de lleno a la masa en la atmósfera etérea y espacial propia de los de Londres. 

Como mencioné más atrás, Roi Zerda y compañía no solamente se paran a coverear a Pink Floyd en el escenario, ni mucho menos a intentar imitarlos; lo que tocan, suena a Pink Floyd y se siente como Pink Floyd, más allá de la exactitud técnica musical, desde la experiencia visual y sonora. Eso fue lo que noté cuando me detuve a mirar algunos de los rostros a mi alrededor, expectantes a lo que miraban y oían, para poco después cerrar los ojos y sonreír al escuchar la guitarra de Zerda que no sólo emuló a Gilmour, sino que le invocó. 

La velada continuó con temas como Welcome to the Machine, o Echoes, en los que los visuales se hacían cada vez más presentes al concretar esa experiencia que todo fan espera de un concierto de Pink Floyd: los juegos de luces complementados con mensajes y footage proyectado en la pantalla circular, remitieron a cómo podría lucir la música que se escuchaba.  

Las voces de Roi Zerda y Oscar Elizondo, esbozaron con fidelidad la esencia de la dupla entre Gilmour y Waters, particularmente a través del pasaje que recogió al disco The Wall con canciones como Nobody Home, Goodbye Blue Sky, Empty Spaces o Another Brick in the Wall, esta última un goce total, pues era seguro decir que todos escucharon y cantaron lo mismo, y no necesitamos ninguna educación ni control mental para hacerlo.

Antes de ir al intermedio para un breve descanso, el Marrano Rosa trajo al escenario a la oveja con Sheep, canción del LP Animals que muchos aplaudieron. Aquí la conjunción de instrumentos fue satisfactoria, desde el piano o teclado despreocupado, el bajeo punzante y la batería mesurada del inicio, hasta el estallido de guitarras y voz desafiantes y satíricas, al mismo tiempo que en la pantalla, como espejo, se proyectaban imágenes de crítica social a nuestro uso de redes sociales e interacción en el mundo virtual. Nuestros pastores son TikTok, Instagram, X y YouTube, lo cual difícilmente podría negarse. El espíritu de Waters flotó en el recinto con tremenda crítica. 

Luego de diez minutos de descanso, el segundo acto sumergió al público en una atmósfera más introspectiva, pues era el turno de rendir homenaje al disco de Pink Floyd que cumple treinta años este 2024: The Division Bell. Cluster One dio pie a su interpretación, y luego de la estridencia crítica de The Wall y Animals, el trabajo más relajado, menos pasional pero no por ello poco emocional de Gilmour como protagonista de Pink Floyd, fue traducido y proyectado con real sentimiento en cada capa sonora. 

What Do You Want From Me emocionó nuevamente al público, y aquí quiero hacer especial hincapié en la entrega vocal de Roi Zerda que, lejos de calcar a Gilmour, le evoca con naturalidad al mismo tiempo que imprime su propio sello en el empuje de cada frase. Después, la calma tomó control de nueva cuenta con Poles Apart y así, entre crestas y valles propios de un paisaje sonoro aéreo, el Marrano Rosa surco la mayoría del The Division Bell a través de canciones como Marooned, Coming Back To Life, Keep Talking y la apoteósica High Hopes, donde una vez más el canto unísono de los asistentes hizo vibrar al auditorio. 

Sin embargo, nos estábamos quedando sin tiempo, por lo que Time encaminó el último tramo de esta experiencia. Con relojes en las pantallas y nuevamente el juego de luces, los regiomontanos materializaron una de las épocas favoritas de muchos fans con rolas del mítico The Dark Side of the Moon; quizá fue en ese momento que el Marrano Rosa voló por lo más alto entre bajeos desenfadados, percusiones certeras, solos de guitarra ácidos y el potente pero armónico canto de Zerda. 

El techo, como el cielo, fue rozado con la interpretación de The Great Gig In The Sky, en la que Las Holidays, que acompañaron durante toda la velada al Marrano como coristas, en las voces de Lily Vásquez, Fany Salazar y Ana de Agüero, replicaron el mítico y estruendoso canto de Clare Torry. Finalmente, Money tan opulenta como siempre, encendió la fiesta por última vez, con todo el público cantando, saltando y celebrando a Pink Floyd en hermandad. 

Se había terminado, el viaje había concluído, pero todos querían más, así que el Marrano Rosa volvió para complacer a la masa con el hímno dedicado a todos aquellos que no pudieron asistir: Wish You Were Here, donde cada corazón presente cantó a todo pulmón hasta quedar sin voz. Al final, la insanidad de esa noche, cerró con Comfortably Numb y para ese punto fue seguro decir que no sólo presenciamos a un tributo más de Pink Floyd, sino toda una experiencia única, bien pensada y ejecutada con el corazón de personas que no pretenden ser la banda, tan solo tocar, disfrutar y compartir su música con otros fans, como tú y como yo.