Ellas hablan: la importancia de poder elegir
Miriam Toews, escribió Ellas hablan, a partir de lo sucedido en una comunidad menonita de Bolivia entre los años 2005 y 2009: la mayoría de las mujeres amanecían con señales evidentes de abuso sexual y físico. Los hombres les decían que todo era obra del diablo para hacerlas pagar por sus pecados o simplemente les decían que lo que les sucedía era producto de su imaginación.
De pronto, las mismas mujeres descubrieron que sus compañeros les suministraban sedantes de vaca en las noches para poder abusar de ellas. En el suceso verídico y situado, la corte boliviana halló culpables a los hombres señalados otorgándoles una condena; en el acto de imaginación ficcional, la escritora canadiense propone una situación compleja: los hombres son llevados a la policía local pero la institución no pretende lidiar con la situación, entonces impone a las mujeres un mandato de perdón. Ellas, por primera vez en sus vidas, se darán la oportunidad de verbalizar sus pensamientos y sentires para decidir qué hacer con su destino antes de que ellos regresen.
En el libro, el narrador es August, el único hombre adulto que permanece en la comunidad y que es maestro de los niños. Además como es el único que sabe escribir, es quien lleva las minutas de las reuniones de las mujeres. En la adaptación cinematográfica de Sarah Polley, el punto de vista narrativo sucede desde la mirada de una niña y su amiga.
La construcción de la película me remite a las construcciones narrativas de Dominga Sotomayor en Tarde para morir joven y a La ciénaga de Lucrecia Martel, en el sentido de que no hay un protagonismo convencional sino que éste se reparte a lo largo de la película para dar sentido a la forma de retratar comunidad, por lo tanto, con apenas algunos pincelazos contundentes, les protagonistas tejen una historia horizontal, brindando textura y simbolismo al hecho de que lo sucedido fue algo colectivo y que atravesó sentires y subjetividades distintas.
Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Judith Ivey, Kate Hallet, y otras más, son las representantes de las mujeres de la comunidad y se reúnen en un granero para discutir los resultados de su primer ejercicio democrático. En un pliego hicieron tres dibujos que remitían a lo siguiente: perdón y olvido, quedarse en la comunidad a esperarlos y pelar, o irse del lugar. Las votaciones, que sucedían debajo de cada dibujo con una x, empataron entre quedarse y pelear y en la opción de irse.
Ona, el personaje de Rooney Mara, nos aproxima a una percepción muy interesante de las mujeres y sus cuerpos. Relata que las mujeres de la comunidad jamás se autopercibieron de forma acuerpada al pensar en ellas, es decir, la mirada propia no salía de ellas. Cuando se imaginaban a sí mismas se veían desde arriba, desde el Cristo colgado en la cruz, como un eterno sentido de vigilancia, jamás se habían pertenecido.
Greta, el personaje de Sheila McCarthy, recurre a opinar a partir de su reflexión del accionar de sus dos yeguas: Ruth y Sheryl. En una ocasión, ella no podía entender cómo en un tramo complejo, sus yeguas no se asustaban y dominaban el trayecto. Finalmente intuyó que era porque extendían su mirada más allá de su horizontalidad inmediata. Sus yeguas le enseñaban de la vida y a través de ellas podía, muchas veces, entender el mundo.
Algunas otras mujeres habitaban la situación desde la digna rabia o desde un entusiasmo orgánico de saber que al fin su voz estaba siendo escuchada. En general, las opiniones entre las mujeres eran contrariadas y con fundamentos que atravesaban experiencias constantes aunque no absolutas. No obstante, como sucede en todo diálogo, las certezas tambaleaban a través de la escucha y de la reflexión, por lo tanto, las decisiones pueden transformarse.
La película navega a través de la importancia de las palabras, de nombrar, de verbalizar y de acuerpar el lenguaje desde un entendimiento propio y colectivo. La historia, que tuvo su infortunado nacimiento en Bolivia, se ha transformado y ha ido navegando subjetividades, para dar a entender, quizá, la terrible universalización de las violencias cometidas a cuerpos feminizados y para recordarnos que la colectividad, es una gran opción para darle frente a eso.