El Esquema Fenicio (The Phoenician Scheme, Estados Unidos, 2025) es la más reciente, y excéntrica, creación del aclamado director estadounidense Wes Anderson. Esta nueva entrega cinematográfica se perfila como una obra coral, visualmente exuberante y narrativamente ambiciosa, en la que Anderson vuelve a explorar su característico estilo visual: composiciones meticulosamente diseñadas, una paleta de colores pastel y una galería de personajes complejos atrapados en tramas tan absurdas como entrañables.

En esta ocasión, Anderson apuesta por una historia desbordante de energía y situaciones engorrosas, sustentada por un elenco estelar en el que se incluyen a algunos de sus colaboradores habituales y nuevas incorporaciones. Figuras como Bill Murray, Willem Dafoe, Scarlett Johansson, Bryan Cranston y Tom Hanks regresan al universo andersoniano, mientras que Benicio del Toro y Mia Threapleton destacan como los ejes emocionales de esta historia que se mueve entre la sátira empresarial, la fábula familiar y la comedia de enredos.

La trama gira en torno a Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), un excéntrico magnate considerado uno de los hombres más poderosos de Europa. Korda es el creador de un revolucionario proyecto de infraestructura conocido como “El esquema fenicio”, un plan colosal que pretende conectar rutas comerciales terrestres y marítimas inspiradas en los antiguos sistemas fenicios. No obstante, su ambición ha despertado la furia de diversas fuerzas externas: corporaciones rivales y grupos clandestinos que buscan sabotearlo, e incluso eliminarlo.

Tras varios intentos de asesinato, Korda toma la drástica decisión de heredar su imperio a su hija Liesl (Mia Threapleton), una joven monja que ha permanecido alejada de la familia durante casi toda su vida, y que es, además, la única mujer entre sus nueve hermanos. En compañía de Bjørn (Michael Cera), su leal, aunque distraído, asistente administrativo, Korda y Liesl se embarcan en un viaje que mezcla el suspenso, la comedia física y el drama familiar. Su misión: visitar a cada uno de los inversionistas clave del proyecto para renegociar los acuerdos financieros tras un boicot masivo que amenaza con destruir el “Esquema Fenicio”.

Cada encuentro con los inversionistas se convierte en una suerte de desafío para el protagonista, una estructura narrativa que recuerda a los niveles de un videojuego. En cada etapa, Zsa-Zsa Korda enfrenta nuevos retos, incluidos atentados y sabotajes, mientras Liesl, poco a poco, revela una astucia inesperada que desafía las expectativas del propio magnate. Esta dinámica entre la rigidez del empresario y la serenidad estratégica de la hija crea algunos de los momentos más memorables del filme.

Uno de los aspectos más destacables del filme es el uso del humor físico a lo largo del relato, con claras referencias al cine mudo y a figuras legendarias como Buster Keaton. Esto se refleja especialmente en la construcción del personaje de Korda: un personaje serio que, sin perder su porte, se ve envuelto en situaciones peligrosas resueltas con toques cómicos y coreografías visuales cuidadosamente orquestadas.

Esta nueva entrega se perfila como la más “filosófica” de la filmografía de Wes Anderson, al presentar a un personaje que, en ciertos momentos efímeros, muere y presencia su propio juicio en el cielo. En este espacio celestial, que funciona como una representación del subconsciente, Dios (Bill Murray) actúa como juez supremo, acompañado por un tribunal compuesto por figuras del pasado y el presente de Korda. En estas visiones, el protagonista cuestiona sus acciones a lo largo de su vida, especialmente sus errores como padre de Liesl.

Tanto Del Toro como Threapleton brillan por su talento actoral, lo cual contrasta de forma hilarante con la creciente extravagancia de las situaciones en las que se ven envueltos. La precisión coreográfica de las secuencias, el humor absurdo y la constante sensación de amenaza funcionan como engranajes perfectamente ajustados en una maquinaria visual que solo Anderson podría haber concebido.

Como es costumbre en las películas de Anderson, destaca el impecable trabajo de fotografía. En esta ocasión, la cinematografía estuvo a cargo del francés Bruno Delbonnel (Amélie), quien aporta una poesía visual notable. Cada imagen está compuesta con simetría precisa y una paleta de colores que potencia la atmósfera emocional que viven los personajes. Los movimientos de cámara —paneos, travellings, tilts— están cuidadosamente diseñados para acompañar la intensidad dramática de cada escena, convirtiendo lo visual en un lenguaje expresivo que enriquece la historia.

Lo más sorprendente de El Esquema Fenicio es su capacidad para equilibrar lo ridículo con lo profundamente humano. A pesar del caos narrativo, los atentados constantes y las negociaciones desquiciadas, Anderson nunca pierde de vista la dimensión emocional de sus personajes. La mezcla de ironía, melancolía y ternura, elementos clave del director, convierte al filme en una montaña rusa emocional disfrazada de comedia estilo road movie.

El Esquema Fenicio no es solo otra película dentro del mundo de Wes Anderson; es una muestra clara de cómo el director sigue explorando sus temas y formas predilectas, pero con un enfoque más maduro y emocional. Detrás de sus colores pastel, sus escenas simétricas y su humor extravagante, hay una historia que habla sobre el poder, los errores del pasado y la necesidad de reconectar con los demás. Es una película que hace reír, pero también revela una meditación sobre la fragilidad del poder y la importancia de los lazos humanos.