Del director Sim Deok-Geun, llega esta cinta de terror surcoreana, cuya premisa nos traslada a un viejo edificio embrujado en el que un médium busca acabar con la maldición que acecha en el lugar. Con tintes que recuerdan a obras como Silent Hill o 13 fantasmas, La puerta al infierno: Guimoon es una combinación de estilos  interesantes, con giros de trama prometedores, que se queda en el camino para convertirse en una película memorable del género. 

El terror oriental se ha ganado su lugar en el imaginario colectivo gracias a películas legendarias como Ju-On o El Aro, en donde es posible ver un elemento recurrente en el que se relaciona un lugar, o un objeto, con una maldición vinculada a espectros femeninos de tez pálida y cabello largo. Fantasmas que vagan sin rumbo en el mundo de los vivos, guiadas únicamente por un sentimiento de venganza y rencor hacia aquellos que acabaron con su vida.  


Estos espectros del cine de terror oriental, conocidos también como yūrei, que provienen de las historias contadas en el teatro kabuki japonés, son una constante que ha dado paso a personajes sumamente aterradores como Sadako y Kayako, de las cintas mencionadas anteriormente. De tal forma que, la obra que nos compete el día de hoy, también recurre a estos elementos clásicos del género para construir una historia que gira en torno al folclor oriental de las costumbres relacionadas con la muerte y lo paranormal.

El protagonista, interpretado por el actor Kim Kang-wo, es una persona que cuenta con el don (o la desgracia) de poder ver e interactuar con fantasmas. Se trata de un médium que heredó sus habilidades de su madre, quien falleció durante el proceso de exorcismo que intentó llevar a cabo en un edificio habitacional en el que ocurrió una masacre perpetrada por el conserje del lugar. Es así como este personaje emprende su viaje en busca de respuestas sobre lo que sucedió aquel trágico día.

Con dicha premisa, esta película trabaja sobre convencionalismos conocidos del género: un sitio abandonado al que el protagonista decide adentrarse y donde descubre las pistas de la masacre, con huellas de sangre misteriosas, objetos que rechinan, ruidos inquietantes y en general una ambientación bien lograda. Desafortunadamente esta es una de esas películas que abusa de la oscuridad en las escenas, al punto de que no es posible distinguir lo que sucede en varias secuencias donde la tensión está al tope. 

Cabe mencionar que, dentro de la historia, también se ven involucrados tres estudiantes que buscan grabar un reportaje de terror, por lo que el desarrollo de su camino también se ve afectado por la amenaza paranormal del lugar. Es en estos momentos donde se puede ver un intento por complejizar la trama ante la intromisión de estos jóvenes entusiastas guiados por la adrenalina y la falta de sentido crítico. Aunque, honestamente, la inclusión de estos personajes resulta algo molesta y sirve, en especial, para dar pie a uno de los giros más interesantes de la película, por lo que deja un sabor agridulce su participación. 

El cruce del umbral de los personajes está representado por la puerta Guimoon, la cual está ligada a los rituales que involucran el paso entre la vida y la muerte, un punto medio que se encuentra dentro del edificio y a partir del cual, el protagonista se desplaza para entrar en contacto con los espíritus que habitan el lugar. 

Dicho elemento hace recordar inevitablemente a la franquicia de Silent Hill, donde también hay un intercambio constante entre un mundo habitado por monstruos, y entidades malévolas, y otro que nos ubica en la realidad. Pero las referencias no terminan ahí, porque incluso el vestuario del protagonista se asemeja bastante al de James Sunderland, personaje protagónico de la segunda entrega del videojuego, con la chamarra en tono verde oscuro así como por la linterna al hombro. 

Es en lo visual donde esta película tiene algunas de sus mayores virtudes (al menos cuando la iluminación lo permite), el maquillaje de los fantasmas, y de un espectro femenino en particular, sí provoca terror al momento que los muestran en pantalla con los acercamientos de la cámara. Los planos con profundidad de campo en los pasillos del edificio son bastante llamativos y hay secuencias con cámara en mano tipo falso documental que cumplen, la amenaza paranormal se siente presente.

La misión del protagonista va ligada a recuperar los testimonios de los espectros con los que se encuentra hasta dar con la raíz de la maldición. Las revelaciones de la historia cumplen con su cometido y da paso a giros interesantes que acrecientan el poder de la entidad en el lugar. Pero, debido a que la historia se divide entre lo que le pasa a los estudiantes y al médium, el ritmo pierde forma, por lo que hay momentos en los que no se siente que la historia avance y pareciera que meten obstáculos innecesarios a los personajes para completar tiempo.

Esto deriva en una conclusión apresurada, que explica algunas interrogantes importantes, pero que deja otras en el aire. El tramo final es frenético, ocurren muchas cosas en pantalla y hay una revelación interesante directamente relacionada con los muertos que habitan el lugar, la puerta Guimoon que atraviesan los protagonistas y el tiempo del universo que rige esta historia. Sé que suena ambiguo, pero si acaso es algo que vale la pena ver después de un camino atrabancado.

Si eres una persona recurrente del cine de terror, tal vez esta película pueda parecerte algo cansada, ya que no propone nada nuevo y puede que ni siquiera logre espantarte en ningún momento. Pero a su favor se encuentran los elementos que suenan de referencias a otras obras y un trabajo visual que cumple por momentos, así como por los giros que prometían para presentar algo más inquietante.   

Esta película estará disponible en las salas de cine este 19 de octubre.