Imagínate tardar once años en realizar un trabajo al que le otorgas un enorme valor artístico y también sentimental porque hablas de tu ídolo; un proyecto tan retador como seguir por todas partes a uno de los artistas vanguardistas más importantes de los que México ha dado registro, pues, Pedro de Liora Spilk Bialostozky, son varias cosas a la vez: indagar en la vida y obra de Pedro Friedeberg, conocer a los contemporáneos del artista, lo difícil que fue para Liora obtener la oportunidad de hacer esta película y lo doblemente complicado que fue terminarla.

Cuando Spilk Bialostozky era una estudiante universitaria tuvo un proyecto en donde debía hacer un cortometraje sobre alguien que admirara artísticamente, ella tenía muy claro sobre quién quería hacer esa tarea; el mítico creador de la silla en forma de mano y otras tantas piezas que forman parte del colectivo imaginario de las vanguardias en México, el mismísimo Pedro Friedeberg, por lo que puso manos a la obra y busco contactarlo mediante su abuela, quien en su juventud había tenido una muy buena amistad con Friedeberg.

Como si de una bola de nieve se tratara, esta tarea de carácter universitario fue escalando hasta convertirse en una ambición no solo de conocer en persona y poder presentar en pantalla a Pedro, se transformó en una ambición de elaborar el retrato más preciso de esta persona y de su personaje tan icónico en la cultura pop de nuestro país.

Que hablar de retratos en cine, es hasta cierta manera conversar de películas con corte documental; cuando se va al documental, se busca ser directo y hasta cierta forma es un cine que se puede percibir cuadrado -cosa que no es negativa, es parte de sus convenciones- como en la fotografía, cuando en un retrato se pretende una imagen estática, colocando en la cámara una velocidad rápida de obturación, pues, a diferencia de todo lo anterior, Liora tardó tanto tiempo que pareciera que para tomar ese retrato tan preciso -que al final fue un retrato movido- puso en esa cámara una velocidad de obturación tan lenta, cosa que le ayudó a hacer una captura original de lo que es Pedro Friedeberg e incluso hacer homenaje a su arte “neo-barroco-kitsch”: divertida, con idas y vueltas, en momentos incómoda, con movimientos de cámara extraños y errores que a su vez se vuelven virtudes.

Pedro, no solo es una película sobre el artista y su arte, va de la persona, ese anciano que contempla la vida en su senectud, que es sabio, pero al mismo tiempo sigue aprendiendo. Si a ti te interesa aprender de cultura, historia, arte vanguardista en sus diferentes variantes, de la vida y su contemplación, mientras te salen unas buenas carcajadas, estás invitado a ver este documental de Liora Spilk Bialostozky que ya está proyectándose en las salas de la Cineteca Nacional.