Recuerdos de París dirigida por Alice Winocour es una de las 7 películas traídas por el Tour de Cine  Francés de Cinépolis. La cinta nos plantea la pregunta: ¿podemos ser iguales después de un evento  traumático? Y la respuesta es no.  

La película sigue a Mia interpretada por Virginie Efira, una traductora que sobrevive a un atentado  terrorista en un restaurante de París. Entre recuerdos y piezas faltantes, después de haber pasado tres meses en casa de su madre vuelve a la ciudad a intentar darle sentido a todo. A diferencia de otras películas, Recuerdos de París profundiza en las heridas que dejó el atentado, sin abusar del morbo. Aunque sí tiene escenas impactantes, se presentan con la intención de dar contexto. El golpe más fuerte de la película recae en la travesía emocional y psicológica que vive Mía para confrontar lo que vivió. 

Mía encuentra complicidad en Thomas, un sobreviviente que lidia con humor y ligereza  interpretado por Benoit Magimel. Es como una bocanada de aire fresco después de estar  inhalando humo por horas. Su relación se contrapone a la de Mia y su pareja Vincent, quien  consumido por la culpa presiona a Mía en vez de apoyarla. Thomas no trata con pincitas a Mia,  como todos a su alrededor, mostrándole que las heridas físicas son a veces sólo un reflejo de las  heridas internas.  

A través de los personajes secundarios vamos reconstruyendo la historia y observamos las  diferentes maneras con las que se lidia con una situación tan fuerte y traumática. Todos tienen algo  que decir pero no saben como hacerlo, todos tienen un demonio que enfrentar y en lo social  encuentran las armas para vencerlo.  

No solo vemos el camino de Mia sino que nos muestran la realidad de las secuelas que deja un  atentado terrorista: una niña sin padres, inmigrantes ilegales que se tienen que desplazar,  sobrevivientes con culpa y relaciones rotas. La actuación de Efira es conmovedora, no es para nada  tirada al drama y muestra un lado muy humano del dolor.  

Recuerdos de Paris no es una película rápida, pero sí esperanzadora. Vale la pena, pues es un tema  que parece muy ajeno a nosotros. No nos vende falsas esperanzas y hay cosas que no se  resuelven, pero la realidad es muy clara…necesitamos del otro para sanar.