En una comunidad donde el dinero y las tendencias son lo más relevante, la verdad pasa a último plano. Eso es exactamente lo que Netflix nos muestra en su producción multipremiada más reciente. 

Don’t Look Up es una película estadounidense de 2021, dirigida por Adam McKay y estelarizada por Jennifer Lawrence, Leonardo DiCaprio, Jonah Hill y Meryl Streep. Dos astrónomos de poca monta descubren que un meteorito golpeará a la Tierra en seis meses. Emprenden una gira mediática para advertir al mundo, pero se encuentran con una incrédula e intransigente audiencia. 

Tras The Big Short (2015) y Vice (2018), Adam McKay logra su tercera nominación consecutiva a Mejor Película y Mejor Director. El realizador de comedias ahora convertido en crítico social presenta su nuevo collage fílmico que resume los últimos cinco años de eventos sociales, científicos, mediáticos y políticos. 

Nulificación de mujeres opinionadas, políticos incompetentes, rechazo de la irrefutable veracidad fáctica, millonarios excéntricos creando planes de escape, circos mediáticos rodeando acontecimientos importantes. Ésta es la realidad del mundo y ésta es la realidad que el filme representa de manera satírica y desairada.   

Entre el guión de McKay y David Sirota y la edición de Hank Corwin, el ritmo de la cinta refleja perfectamente los estadíos de nuestros personajes. La calma y sorpresa del descubrimiento, la preocupación en cara a la evidencia, la frustración ante la ineptitud, la efimeridad de la ridiculez mediática, la resistencia ante lo absurdo y la resignación frente a lo inevitable.  

Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio se encargan de sostener las más de dos horas de duración, encapsulando lo demencial de lo que estamos viendo, aunque sin descuidar la descarnante exasperación de estar rodeados por una humanidad constituida exclusivamente de imbéciles. 

En un mundo repleto de antivacunas, creyentes new age, seguidores QAnon, y feligreses de la 4T, Don’t Look Up es exactamente el tipo de películas que nos merecemos: retratos burlescos nada sutiles sobre la desesperanzadora existencia, donde el fanatismo estúpido es, además de un pleonasmo, la norma con la que elegimos gobernantes, comunicadores, nuestras estrellas y nuestra propia visión de la realidad.