Ahora todos griten conmigo, lo más fuerte que puedan

Siempre son de lo más interesantes aquellas películas que no te dan ninguna pista de qué tipo de experiencia van a ofrecer. Solo tienes el título, que en el caso de esta cinta es Das Lehrerzimmer (2023) o Sala de profesoresen Hispanoamérica-, y The Teachers Lounge -en inglés- con eso entiendes que puede que pase en una escuela. También tienes los trabajos anteriores de su director Ilker Çatak, que en su mayoría se mantienen en su circuito local. Entonces, te quedas con lo que dice su tráiler: robo y angustia. 

Robo y niños. Robo y culpa. Robo y duda. Estos son algunos de los temas que toca la entrada alemana a la categoría de Mejor Película Internacional en esta nonagésima sexta edición de los Premios de La Academia. Todos canalizados por el punto de vista de Carla Nowak (Leonie Benesch), una joven maestra con una clara pasión y compromiso a la enseñanza, pero más que eso, a sus niños. Mismos principios que se estiraran a su punto de quiebre a lo largo de todo el largometraje. 

Es una historia acerca de confianza rota, acciones y consecuencias y juicios de personaje por la cual tiene que navegar Carla, quien realmente personifica a una buena persona que solo estaba tratando de ayudar, una persona que simplemente se está moviendo y reaccionando a consecuencias más y más grandes, nada proporcionales a sus intenciones iniciales, frente a distintas multitudes a las que no les podría importar menos eso, creando una oda acerca de la impotencia del individuo frente a las decisiones y la burocracia que le impone la sociedad.    

Hace un gran trabajo sacando a relucir toda esta cinta roja que uno se toparía en caso de crear una disrupción en su ambiente, las limitaciones que pondrían sobre ti y en particular las reacciones de las personas involucradas, fugas de información y los malentendidos que eso formaría, creando frentes llenos de personas por el deseo de conocer la verdad solo con base en fragmentos dichos por ella y chismes escolares, lo que lleva a la censura y el deseo de autopreservación, acciones que solo solidifican la culpabilidad que puede o no ser acertada. Es realmente un drama político de primera, condensado en un ambiente familiar.

En los 98 minutos de duración nunca dejamos de ver a través de los ojos de Carla, y eso nos regala una increíble actuación de parte de Leonie Benesch, con una sutileza y humanidad que son necesarias cuando la olla de presión empieza a sonar, impulsada por un elenco infantil fenomenal que, creo yo, son unas de las mejores representaciones de los pensamientos permeados en las generaciones jóvenes. Armados con su voz y sus acciones, empoderados por todas las nuevas posibilidades de expresión y consumo de información, pero lo interesante es que también vemos como esta libertad puede desencadenar en amarillismo disfrazado de libertad de expresión si se encuentra en las manos, tal vez no equivocadas, pero si prontas de actuar previo al rectificar.

Como podrán ver, detrás de este título un poco ambiguo se encuentra una clara representación, o mejor dicho, una crítica hacía la sociedad y sus predeterminadas acciones, que independientemente de la honestidad y sus bien intencionados orígenes, cada quien tomara lo que salga de ahí dependiendo de sus ideales personales, y ninguno de ellos esta particularmente equivocado, y justo eso prueba el punto de como un problema adentro de una sociedad siempre es tan fácil de sacar de contexto y uno nunca sabe realmente si esta actuando con base a una verdad objetiva o una a medias, y eso no es culpa de nadie, es simplemente como funcionamos a estas alturas de comunidades gigantescas. 

Lo que estoy tratando de decir es que podrían sacar sin problemas un reporte utilizando todo lo que ofrece la película, es increíblemente compleja y aun así tan sencilla, lo que aporta a sus capacidades de incrementar tus niveles de estrés, incluso ayudado por la decisión de mantener los márgenes de la pantalla tan cerrados, después de experimentarla no me sorprende en lo absoluto que haya sido elegida.