Parece ser que cada década estaremos presenciando una película romántica que mueva corazones, no de esperanzas de que el amor verdadero sí existe y estemos en un mar de lágrimas por su desenlace donde lo que sucede, muchas veces no es lo que se quiere, al menos por parte del espectador.

En la década pasada tuvimos “La La Land”, en los 2000 a “The Notebook” y en los 90`s “Ghost”, aunque la lista podría seguir hasta casi los inicios del cine. Precisamente eso es lo que las convierten en películas efectivas, instantáneas e incapaces de salir del inconsciente colectivo, lo que se suele denominar como “clásico instantáneo”. Y es que todas y cada una de esas películas, tienen una narrativa que no demanda mucha atención al espectador, es solo dejarse llevar por la química que los dos protagonistas tienen en el metraje, donde vemos a lo largo del metraje, sus buenos y malos momentos.

We live in time” no es una excepción en la regla, o al menos no del todo. Pues tiene la clásica historia de dos personajes, Tobias (Andrew Garfield) y Almut (Florence Pugh), ella, una cocinera única, y él, un recién divorciado, los vemos pasar por todas las fases de su relación, desde el cómo se conocieron hasta el momento en el que deciden formar una familia y lidiar con una compleja situación.

Compleja pues no tanto, más que nada su falta de comunicación progresiva y la imposición del deseo de uno frente al otro, lo que convierte en su problemática conyugal en algo que propicia enfrentamiento del uno frente al otro, aunque tampoco con tan comunes en la cinta.

La cinta es dirigida por John Crowley con guion del dramaturgo británico Nick Payne, siendo apenas su tercera participación en un largometraje, mientras que el director, no es su primera vez indagando en el amor.

Sin embargo, lo que más resalta de la película es su propuesta en el montaje, narrado sin un orden cronológico como tal. Hay continuos saltos temporales en la vida romántica de Tobias y Almut, por lo que, en primera instancia, puede ser un poco confuso, pero una vez que entiendes el estilo narrativo, te mantienes adentrado en la historia. Pues contar la historia de esta manera, hay un dinamismo y no recae en las convenciones de guion cuando se tratan de películas románticas. Perfectamente pudo haber diseccionado en capítulos conforme a las estaciones del año, por ejemplo, pero no, deja que la forma en que está montada hable por su cuenta.

El problema con el propio montaje, radica en que el guion no le termina ayudando en nada. Generalmente nos enfocamos en ellos dos, rara vez, tienen importancia algunos individuos a su alrededor, pero en general, su entorno solo sirve para hacer relleno, sin más. Y pese a eso, hay un desarrollo pobre de personajes, como los conocemos, es como realmente terminan una vez que empiezan los créditos.

Encima, hay un gran entramado de momentos con personajes secundarios que carecen de alguna importancia y, por ende, quedan algunos momentos irrelevantes o simplemente, sin alguna resolución. Hay escenas de Tobias con su padre, que bien pudieron haber tenido un mayor peso, pero no se llega a nada más.

Y encima, la película toca principalmente una fábula sobre la importancia de la familia, ¿no deberían importar también los padres dentro del núcleo familiar? Pues al parecer no es así, en un momento se olvidan por completo de su existencia y se centran en el nulo desarrollo de ambos. Que, por cierto, tanto Andrew como Florence, tienen una gran química, pero con personajes de lo más ortodoxos, que no está mal, pero terminan siendo una combinación empalagosa.

Pero claro, estamos hablando de Hollywood, de Estados Unidos y un moldeamiento o doctrina sutil sobre las costumbres ortodoxas y tradicionales que valen la pena preservar (para ellos). No es sorpresa que Hollywood es un medio que está a la servidumbre de las intenciones culturales no solo de dicho país, también de occidente en general.

Por eso recurrimos a lo de la década, en un contexto donde la juventud ha perdido ese interés por formar una familia, tener un trabajo estable y metas con sueños. El pesimismo de la juventud actual supone un problema para el llamado “sueño americano”. Y, si la historia nos ha remitido a, la mejor manera de moldear el pensamiento de las masas es a través del cine, bajo narrativas manipuladores y clichés, en donde la vida se reduce a tropos determinados que enganchan al público cuando se presenta una fábula en donde sentimientos desaforados están involucrados y donde se predice todo lo que sucederá.

El elemento culinario es una de las cosas más destacables que hay, pues nos recuerda que, uno de los miedos constantes del ser humano, es el ser olvidado. La comida y quien la prepara, es un nexo que hace a un individuo inmortal, al menos para su núcleo, pues el toque personal de alguien en la comida persiste por décadas y generaciones.

En fin, si eres alguien que disfruta de películas románticas, para despejar tu mente un rato y adentrarte a una historia con momentos graciosos y tristes, valdría la pena que veas esta película en salas de cine.

La podrás ver en salas mexicanas a partir de este 31 de octubre.