Es bien sabido que en la historia de las disidencias LGBTIQ+ las mujeres han desempeñado un gran papel como integrantes y cuidadoras de la comunidad. Sin embargo, el origen de la palabra “drag” proviene justamente de su ausencia, una falta que se notaba en obras de teatro y otras representaciones artísticas.

Durante la época del teatro Isabelino en Inglaterra (siglo XVI), específicamente con el nacimiento de las obras de William Shakespeare, las mujeres tenían prohibido participar en representaciones teatrales. Para la Reina Isabel I, era una falta de decoro y una oposición moral que las mujeres se mostraran ante el público. Por ello, los papeles femeninos eran interpretados por hombres jóvenes.

Estos hombres, en su mayoría adolescentes que aún no habían desarrollado “características masculinas”, entrenaban su cuerpo y mente para apegarse lo más posible a las conductas “femeninas” de la época. Usaban voces más suaves, rostros y cuerpos sin vello corporal, maquillaje y prendas femeninas como vestidos, zapatillas y corsés.

A estos actores, William Shakespeare los llamaba “drag”, un acrónimo de “Dress as a girl” (vestirse como chica). Este término fue evolucionando y pasó del teatro al vocabulario de los espectáculos de burlesque inglés. En estos espectáculos, el drag se utilizaba como una sátira contra el sistema opresor de la aristocracia inglesa y los estereotipos de género. Además, incentivaba a que las mujeres participaran en estos shows, actuando y vistiéndose como hombres, lo que hoy conocemos como “drag king”.

Con el tiempo, la palabra “drag” ha sido adoptada por la comunidad LGBTIQ+ para referirse no solo a la acción de vestirse de manera femenina, sino también a una  práctica extravagante y creativa que enmarca la liberación de la identidad de género. El drag representa la diversidad sexual y busca expandir el arte más allá de las prácticas heteronormativas.