El Bebé de Rosemary, la obra cumbre del horror psicológico
El Bebé de Rosemary, es la obra cumbre del horror psicológico; tanto la película como la novela. Consumir ambos es una experiencia única. El libro fue escrito en 1967 por Iran Levi, escritor estadounidense especializado en el suspense. Solo un año después, el director franco polaco Roman Polanski lo adaptaría al cine, convirtiéndose en todo un fenómeno en la cultura popular. ¿Por qué es tan terrorífica?
La película
La historia se centra en los Woodhouse, Rosemary y Guy, una pareja joven y con grandes aspiraciones. Guy, un actor que ha ido de fracaso en fracaso, y Ro’, su esposa y cuyo deseo es ver a Guy cumplir sus logros y tener 3 hijos para formar una hermosa familia.
Lo primero a destacar es que la película es una fiel adaptación a la novela, es casi un resumen, un calco. Lo cual para muchos puede ser síntoma de la falta de imaginación, pero lograrlo con maestría tiene su complejidad. Conseguir la precisión de las descripciones que se marcan requiere de mucha atención y trabajo por parte del equipo de diseño de producción y arte de la película. Recrear el mismo mueble, el escritorio del mismo color y estilo, hasta las pinturas del final son fidedignas al material original.
Sin embargo, logra tener algunas diferencias, Polanski omite el momento de Rosemary pasa unos días en la cabaña de su amigo Hutch, donde medita la relación con Guy luego de la violación (sí, esa escena), así como el comportamiento distante de su esposo luego de empezar a tener reconocimiento en su carrera. Asimismo, al final cambia el ¡Salve Rosemary!, por ¡Salve Satán!
El libro sirve como un complemento ideal a la película, donde puedes entender las decisiones de los personajes. Pequeños detalles que ignora la película, como no dar una explicación del porqué Rosemary no visita a Hutch al hospital, o más información de la familia de la protagonista.
Ahora que hay un amplio contexto de la historia. Lo que hace al Bebé de Rosemary una película tan aterradora, radica en la cotidianidad de las acciones y cómo convergen con un mundo sobrenatural ante una mujer inocente. Que las personas que más confianza tienes terminan traicionándote por sus propios intereses. Y es que Rosemary es frágil pero cuando más necesitó de su marido, tampoco tuvo de su ayuda. De hecho, Guy, pasa inmediatamente a uno de los personajes más odiados de la ficción.
Ambas adaptaciones respetan la idea de ser, en un inicio, una historia romántica. En la película, cuando comienzan los créditos, todo es color rosa, nos remota automáticamente a esas comedias románticas de los años sesenta, al estilo de Breakfast at Tiffany. Lo único que desconcierta, es esa melodía de cuna compuesta por Krzysztof Komeda.
Otro gran acierto son las actuaciones, concretamente el casting. Los Castevet fueron interpretados por Sidney Blackmer (Roman Castevet), y la excelsa Ruth Gordon, quien terminaría ganando un Oscar por su interpretación de Minnie Castevet, merecido totalmente pues parte del horror psicológico, es la intromisión de ambos personajes a la vida de Rosemary, en especial, Minnie. Te genera ansiedad y sentimiento de asfixia, demasiada atención de alguien no es para nada una buena señal.
John Cassavetes interpreta a Guy, quien plasma a la perfección la personalidad que lleva en el libro, apariencia de ser carismático, pero bastante sarcástico y egoísta. Por último, Mia Farrow, quien lo da todo como Rosemary Woodhouse, la opción correcta, con ese aspecto de inocencia y fragilidad. Una complexión de casi extrema delgadez y con fuertes expresiones, tan solo véase la escena final de la película.
Fue al extremo su compromiso que, para obtener el papel, se antepuso a su exesposo Frank Sinatra, tanto así que se divorció de ella. Incluso, en la escena donde Rosemary comienza a llorar mientras organiza una fiesta con sus amigos, los llantos son genuinos, pues fue el mismo día en que recibió el divorcio de Sinatra, ella estuvo a punto de abandonar la película, pero el propio Polanski la convenció de no hacerlo.
Así que, contestando a la pregunta inicial, sin ningún jumpscare, monstruos (más que los ojos de Satanás), ni contenido explícito en su prosa, y aún así, es una obra que, a 55 años de su estreno, es una referente en el terror y una de las mejores obras del género. Las sutilezas y los pequeños detalles son lo que guían el suspenso de la trama, que hacen entrever el ciclón emocional del final, pero tampoco estamos tan seguros de eso hasta que lo descubrimos nosotros mismos.
El fallo
Si hay una comparación a hacer, es tal vez en este apartado. Pues el gran fallo de la película es que es muy evidente lo que está sucediendo. A diferencia del libro, donde si llegas a preguntarte si lo que Rosemary piensa es de verdad y es todo un delirio por su embarazo.
También es cierto que lo siniestro de la película se ve alimentado por la llamada “Maldición de Rosemary”, destacando el asesinato de Sharon Tate meses después del estreno por la familia Manson, Tate era esposa de Polanski. La muerte del compositor al caer de un edificio en 1969, la muerte del productor William Castle.
Además, gran parte de su historia negra radica en haber utilizado el edificio Dakota, cuya historia está plagada de momentos oscuros. Fue ahí donde se hospedó el mago oscuro Alleister Crowley, y donde fue asesinado John Lennon. Creas en supersticiones o no, lo cierto es que El Bebé de Rosemary o La Semilla del Diablo en algunos países, es una obra digna de ver o leer aprovechando #Halloween (preferiblemente ve la película porque no acabarás el libro en un día). Cuyo desarrollo carece de elementos sobrenaturales, pero es el suspenso y la psicología de los personajes lo que genera el miedo.