Pink Floyd debe su poesía a Roger Waters y su sonido a David Gilmour, sin embargo, la locura, esa sensación de salvajismo y caos musical de la banda inglesa es mérito de una sola persona, ese señor de nombre Syd Barrett.

Hace 10 años dejó de existir el líder y fundador de Pink Floyd, Roger Keith Barrett mejor conocido como Syd. Su historia de desenfreno y abuso de drogas es una leyenda en el mundo del rock and roll, y es que al joven Barrett la lucidez sólo le alcanzó para grabar un álbum: The Piper at the Gates of Dawn -álbum debut de Pink Floyd-.

A partir de ahí Barrett emprendió un viaje del que jamás volvería, el LSD cobró factura y la mente del entonces cantante de Pink Floyd se perdió, obligando a Waters y el resto de la banda a dejarlo partir, posteriormente llegó Gilmour y el resto, es historia. Sin embargo, la huella de Barrett no fue fácil de borrar, su talento como letrista y su instinto para lo surrealista lo convirtieron por decisión unánime, en el hombre que dio inicio al rock psicodélico.

‘The Scarecrow’, ‘See Emily Play’ o ‘Apples and Oranges’, son todos himnos de la psicodelia, criaturas engendradas por una mente genial, compleja y un poco enferma. Inspirado en Lewis Carroll, Barrett creó un estilo de composición divertido y extraño; cobijado por repentinos cambios de ritmo. Como en la mente de su amado Lewis, Syd siguió como Alicia al conejo, y también como ella, entró al agujero para nunca -a diferencia de Alicia- ser capaz de regresar.

En 1975 Pink Floyd publicó ‘Wish you were here’, un homenaje a Syd donde Waters canta: “Somos sólo dos almas perdidas nadando en una pecera; año tras año; corriendo sobre la misma tierra vieja. ¿Qué hemos encontrado? Los mismos viejos temores… Desearía que estuvieras aquí”.  Así es Roger, cómo desearía -cómo desearíamos- que Syd Barret estuviera aquí.

Seguro conoces el Pink Floyd de The Wall o de The Dark Side of the Moon, en Bogart Magazine te invitamos a que conozcas el Pink Floyd de Syd: