Siempre he creído que debí pertenecer a otra época; una donde los ritmos y los riffs que hoy me emocionan tanto fueran cosa actual. Me gusta imaginarme en los conciertos de buen rock como una groupie modelo. Muchos dicen que no es verdad, que sólo es una frase trillada y que no soy la única que lo pienso. Quizá tengan razón, quizá soy de esas que se deja seducir por la nostalgia o simplemente es un capricho por algo que no puedo tener… pero eso nunca lo sabré.

Sin importar lo que digan los demás, rara vez actualizo mis playlists. Quienes me conocen sabrán que mi música jamás ambientará una fiesta. Y no, tampoco soy una hipster pretenciosa que colecciona viniles por moda; esa obsesión le pertenece a mi padre, un verdadero melómano y conocedor del rock; aunque con un poco de suerte, algún día ese tesoro de importaciones, ediciones especiales y portadas a mano será mío -espero-.

Por lo pronto, me debo conformar con la hora de los Beatles en la radio, o Machine Head de Deep Purple en un día lluvioso de tráfico e inundaciones. De vez en cuando un buen cover de ‘Cocaine’ de Eric Clapton o de ‘She´s not there’ de The Zombies en algún bar sesentero parece suficiente. En ocasiones la vida es más complaciente y después de mucho pero mucho dinero puedo ver a The Rolling Stones, Paul McCartney, Roger Waters o Ringo Starr en concierto.

Sin embargo, hay un hombre, el líder de un grupo a quien jamás podré gritarle mi amor. Ese músico americano que además gustaba de pintar y leer; el que se coronó como ícono por su talento, también por su galanura. Probablemente murió como le hubiera gustado, no por la forma, pero porque su partida lo convirtió en leyenda, ¿lo habrá pensado? Quizá la idea nunca cruzó su mente, pero al convertirse en parte del Club de los 27, mató cualquier posibilidad de verlo en el escenario para decirle, “Hello -Mr. Jim Morrison-, I love you, let me jump in your game”

Don’t ya love him madly?

El líder y vocalista del famoso grupo The Doors marcó la historia de la música. Su estilo psicodélico e irreverente cautivó a miles de jóvenes de su época. No por nada su álbum homónimo, especialmente el tema ´Light my Fire´ se posicionaría, durante el Verano del Amor en 1967, junto a éxitos como ‘San Francisco’ de The Mamas & The Papas, ‘Strawberry Fields Forever’ y ‘All You Need Is Love’ de The Beatles. Desde el inicio, el Rey Lagarto aseguró que su nombre figurara en cualquier memoria del rock and roll.

Su vida dramática, trágica… antagonista, contribuyó al imaginario colectivo de lo que es un “verdadero rockstar”. Su irreverencia iba más allá de las mujeres o las adicciones, él era hombre de desapegos. Nadie, ni su propio padre podría detener su talento, mucho menos su destino. Una nueva familia lo esperaba junto a Ray Manzarek, Robby Kriege y John Densmore; con los Doors confirmó que la música y la poesía eran su vida, las playas californianas y los grandes filósofos su inspiración.

En cada presentación se transformaba, como anunciaba su poema “I am the Lizard King, I can do anything”. Sí, así era el Rey Lagarto, un alma libre que hacía lo que le venía en gana. Su imagen de rebeldía total se nutría de un intelecto poco común, un personaje del que ninguna mujer se podía resistir. Era el James Dean de la música. Si alguien me preguntara si lo amo locamente, no me atrevería a dar una respuesta negativa. Afortunadas aquellas que lo vieron en vivo…

The End

Al parecer, estoy condenada a vivir una época musical a través de recuerdos o anécdotas ajenas. Afortunadamente mi imaginación aún funciona bastante bien y puedo mantener su imagen tan perfecta como me plazca. Cuando de Morrison se trata, me veo siendo esa ‘L.A. Woman’ de la que metafóricamente se despedía antes de ir a París, la ciudad que lo vería partir al más allá, algunos meses después.

Hoy se conmemora la muerte del Rey Lagarto, pero su influencia sigue. A su corta edad logró convertirse en un referente. Francis Ford Coppola abriría su majestuosa Apocalypse Now con ‘The End’, una de sus canciones más polémicas. Thom Yorke canta “I wanna be Jim Morrison” en ‘Anyone Can Play Guitar’ mientras que Lana del Rey confiesa en ‘Gods and Monsters’, “No one’s gonna take my soul away, I’m living like Jim Morrison”.

Alice Cooper, U2, Fatboy Slim, Bon Jovi, Mogwai y hasta el luchador John Hennigan han concedido tributo a esta leyenda, pero si aún tienen dudas, su herencia también permeó la ciencia. En 2013 se descubrió una especie extinta de lagarto que se considera una de las más grandes que ha existido y se le dio el nombre de barbaturex morrisoni que se podría traducir como rey barbado Morrison.

Resulta increíble pensar en todo lo que dejó alguien que disfrutó de este mundo por tan solo 27 años y estoy segura que definitivamente este no es el final de su historia, aunque sí de este texto. Por lo pronto, yo me quedo con su epitafio porque resume su esencia y todo aquello que puedo admirar de él “ΚΑΤΑ ΤΟΝ ΔΑΙΜΟΝΑ ΕΑΥΤΟΥ” (“fiel a su propio espíritu”)…