Desde hace décadas a principios de cada año, la población cinéfila comienza a fragmentarse en varias categorías: los que odian a los premios de la Academia y fingen que no saben nada al respecto, los que los odian pero aún así ven la ceremonia de premiación; y los que se emocionan, apoyan a su cinta o director favorito e incluso organizan fiestas o reuniones para ver la entrega de los premios. 

Todo el mundo tiene una opinión sobre los premios Oscar, y si tú no la tienes, eres un neófito en el mundo del cine o simplemente quieres ser parte de la conversación, acompáñanos en esta crónica de los premios más importantes de Hollywood y los momentos clave en su historia que los hicieron lo que son hoy.

GI

Los dorados años dorados

En 1927, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (AMPAS por sus siglas en inglés) fue creada por artistas y profesionales del cine con la intención de mediar disputas laborales sin la necesidad de sindicatos así como para unificar y darle una mejor imagen a la industria. Dos años después, en 1929, decidieron que sería buena idea darse premios entre ellos mismos, dando origen a los premios de la Academia al mérito o como los conocemos comúnmente, los Premios Oscar

La polémica comienza desde el modo en que funciona la Academia. Todos los miembros de la academia votan en la mayoría de las categorías, aún si no tienen ningún conocimiento profundo sobre el tema. Para poder calificar en la competencia, las películas participantes deberán haber sido proyectadas en cines de Los Ángeles, California, durante al menos una semana, tener una duración mínima de 40 minutos en caso de largometrajes, y haber estrenado en cines antes que en cualquier formato casero. Estos requisitos serán un punto importante más adelante. 

Durante años después de su creación, los premios de la Academia transcurrieron con lo que podríamos llamar ‘normalidad’. Los premios eran otorgados a películas bien conocidas, que comúnmente estuvieron en el top 10 de la taquilla de su año, que gustaron a las audiencias generales y que narrativa, económica o artísticamente, llevaron al cine a nuevas fronteras. Este perecería el camino ideal para un premio de su índole, sin embargo, las cosas fueron cambiando paulatinamente. 

El punto de inflección

Un punto clave en esta historia es The Deer Hunter (1978, Michael Cimino). La producción estelarizada por Robert DeNiro, con tres horas de duración y una densa narrativa, era una victoria segura con los críticos, pero tendría un duro camino para conectar con los espectadores. Fue así que los productores tuvieron una idea radical; cumplir con los requisitos mínimos de distribución de la Academia, ser nominados y con ayuda de la publicidad gratis, volver a lanzarla con una distribución mucho más grande. Esto marcó un precedente que no pasó desapercibido.  

A lo largo de la década de los 80, la inclinación fue cambiando, las películas más taquilleras fueron obteniendo cada vez menos premios y nominaciones, al mismo tiempo que películas pequeñas y generalmente desconocidas ganaban cada vez más espacio en las premiaciones, aunque esta tendencia llegó a tener sus excepciones, claro está.

Aparte de su campaña publicitaria regular, los estudios deben promover sus cintas predilectas para que sean elegidas por los diferentes gremios. Esto implica aún más dinero en anuncios, cenas con votantes y fiestas elitistas. Poco a poco los estudios decidieron que sus grandes producciones intentarían complacer cada vez menos a los críticos y más a las audiencias, que son quienes sí generan dinero, mientras las producciones pequeñas hacían exactamente lo opuesto y se concentraban sólo en cumplir los requisitos mínimos para los Oscars

Como resultado, las películas aspirantes a galardones de la Academia comenzaron a seguir una tendencia y a generar patrones. El público comenzó a darse cuenta de que las películas con mucho diálogo, que hablaban de Hollywood, el holocausto, la esclavitud o algún tipo de tragedia, eran más propensas a resultar ganadoras. 

The Deer Hunter

El controvertido presente

El descontento de las audiencias fue creciendo debido a la inconformidad por las películas ganadoras y a que muy poca gente había visto las cintas nominadas. Los ratings de la ceremonia de entrega comenzaron a caer drásticamente durante finales de los 90 y principios del nuevo milenio. Este descontento llegó a sus puntos más altos con la victoria de Crash (2004, Paul Haggis) a Mejor Película y la nominación de Extremely Loud & Incredibly Close (2011, Stephen Daldry) en la misma categoría. Dos cintas que nadie vio, y que las pocas personas que pudieron verlas, las calificaron como lo peor de su año. 

Tras estos sucesos, la Academia ha intentado corregir el curso, aunque no de la mejor manera. Con la intención de atraer a más audiencia e incluir películas más conocidas, en 2010 se tuvieron 10 nominados a Mejor Película (cosa que no pasaba desde 1943), aunque no todas las cintas fueron de calidad y la mayoría del público lo vio como un intento desesperado por mantenerse relevantes. 

Aunado a esto, Los Oscars se han encontrado con recientes controversias, ya que fueron señalados por los últimos movimientos de raza y género, de tener una agenda política blanca y de no tener suficiente representación en las películas nominadas. Estas declaraciones no son nada descabelladas si tomamos en cuenta que la inmensa mayoría de los miembros de la Academia son hombre blancos mayores de 60 años. 

El desconcertante futuro

Actualmente, la Academia tiene la difícil tarea de complacer a todo el mundo. La películas nominadas en la siguiente entrega deberán ser conocidas y aprobadas por las audiencias regulares; además de incluir películas importantes y contribuyentes al arte, sin importar su desempeño en taquilla; al mismo tiempo intenta cumplir con una cuota racial y de género; aunado a ello, debe decidir el futuro de la participación de los servicios de streaming de video; y, por si fuera poco, también tiene que determinar si unos viejos tuits son suficientes para quedarse sin presentador. 

Ya tuvimos una probada de este intento de hibridación en la ceremonia del 2019, donde cintas con una limitada distribución como lo fue The Favourite (2018, Yorgos Lanthimos), se encontraron con conocidos éxitos de taquilla como Bohemian Rhapsody (2018, Bryan Singer). Aunque al final, la Academia no pudo salir de su zona de confort y premió a The Green Book (2019, Peter Farrelly) como mejor película. 

Este año parece que no quedará libre de controversias, pues la lista de los nominados a Mejor Director, no figura ni una sola mujer, siendo Greta Gerwig la gran ausencia de la lista. Sin mencionar que a finales del 2019 cuando salió a la luz la noticia de que la Academia estaba considerando unificar las categorías de Mejor Edición de Sonido y Mejor Mezcla de Sonido, alegando que frecuentemente eran el mismo ganador, y que “la mayoría de los votantes no sabía la diferencia entre ambas categorías”.    

The Favourite

Quedará por ver si la ceremonia de 2020 termina por complacer a los cinéfilos y espectadores casuales de todo el globo, si asegura la relevancia de los premios en un futuro, o si el gremio terminará por rendirse en su esfuerzo de complacer a todo el mundo.

La eterna pregunta permanece: en algo tan subjetivo como el arte, ¿cómo se podría declarar que una película, de entre todas las que fueron producidas en el mundo, fue la mejor de todo el año, sin dejar descontentos a millones?