Hay personalidades tan imponentes que se convierten en el rostro de toda una generación.  Ese tipo de personalidades se presenta muy pocas veces a lo largo de los años, y sin duda alguna, Marlon Brando se convirtió en el rostro de la suya y del Hollywood que desapareció.

Nacido en Omaha, Nebraska el 3 de abril de 1924, Marlon Brando Jr, mostró una personalidad problemática desde su juventud,  aunque también un claro interés por el arte histriónico, lo cual lo llevó a mudarse a Nueva York y estudiar en la legendaria asociación Actor’s Studio, y a terminar bajo la tutela de  Stella Adler,  una de las mayores desarrolladoras en Nueva York del método de actuación stanislavski.

Debido a su dedicación e innegable atractivo físico, el joven Brando logró posicionarse dentro del mundo del teatro, hasta convertirse rápidamente en un actor reconocido dentro del círculo actoral, asegurando su estrellato con la obra Un tranvía llamado deseo dirigida por Elia Kazan

El actor estadounidense logró entrar al mundo del cine en 1950 con la película The men (Dir. Fred Zinnemann), para la cual, fiel a su formación en el método stanislavski,  pasó un mes en un hospital militar preparando la actuación para su personaje. Durante los siguientes años seguiría abriéndose paso por esta nueva industria hasta que, casi como obra de destino, alcanzó el estrellato cinematográfico gracias a la adaptación de la obra que lo llevó al estrellato teatral,  Un tranvía llamado deseo (1951, Elia Kazan), la cual le  otorgaría su primera pero no única nominación al Oscar

Después de esto, siguió trabajando en obras notorias como Viva Zapata (1952, Elia Kazan),  Julio César (1953, Joseph L. Mankiewicz),  y Nido de ratas (1954, Elia Kazan),  siendo ésta última la que finalmente le valdría la estatuilla dorada a mejor actor. Posteriormente la carrera del actor siguió cosechando éxitos. Sin embargo  durante la década de los 60, cinéfilos y críticos comenzaron a notar un decaimiento en la calidad de sus actuaciones. El interés y la intención del nebrasqueño  comenzó a disminuir al mismo tiempo que aumentaba su peso y su personalidad ermitaña.

Afortunadamente para el histrión, durante la década de los 70, se le presentaron  algunos de los roles más importantes de su carrera. Francis Ford Coppola tocó a su puerta listo para darle el papel de Vito Corleone, uno de los más importantes en su trayectoria y el que le daría su segundo Oscar como mejor actor.  Seguido a esto, grandes producciones como El último tango en París (1972, Bernardo Bertolucci),   Apocalipsis ahora (1979, Francis Ford Coppola) y Superman (1978, Richard Donner) le  aseguraron otros 10 años de relevancia. 

No obstante, esta relevancia no sería suficiente para los años venideros, pues los rumores y los escándalos sobre su inapropiado comportamiento durante los rodajes y  estratosféricos sueldos, comenzaron a eclipsar su carrera. Durante los 80 y 90 interpretó a un par personajes, pero nunca logró recuperar la calidad de sus primeras actuaciones en cine, hasta finalmente fallecer  el 1 de julio de 2004 a los 80 años.

Siempre perseguido por su problemático carácter, incontrolable personalidad y a pesar de su turbia  vida personal, la cual incluye tres matrimonios y 11 hijos, Marlon Brando se convirtió incuestionablemente en una  de las más grandes estrellas del firmamento de Hollywood. En algún lugar  entre la mítica figura creada por los medios y el conflictuado hombre que nunca tuvo una buena relación con  sus padres, se encuentra un talentoso, inspirado y sensible actor que revolucionó a su modo el histrionismo en la industria cinematográfica de Estados Unidos, que inspiró a toda una generación detrás de él, una generación que nos entregó leyendas como Al Pacino, Jack Nicholson y Robert de Niro.