La primera vez que supe de Mimí Derba (1893-1953), fue en la exposición del Museo del Estanquillo: Escenas de pudor y liviandad, en donde Carlos Monsiváis reunió muy a su estilo y admiración, a distintas mujeres que participaron en las artes escénicas del siglo pasado. Entre ellas estaban: Virginia Fábregas, María Félix, María Conesa, y muchas más, cuyo punto en común era una belleza explícita (obviamente hegemónica) y talento, pero sobre todo, su capacidad de cautivar al universo masculino de la época. 

Dentro de la exposición (que lleva el mismo nombre del libro de Carlos en donde profundiza sobre las existencias de estas mujeres), en el apartado de Mimí Derba, se leían en la pared las palabras de Alfonso Carmín: Mimí Derba, Mimí Derba, con tres partes de Afrodita y otra parte de Minerva, no entendí los versos y seguí mi camino, pero por alguna razón me los aprendí, situación que me alegra porque poco después supe quién fue esa gran mujer. 

Mimí Derba fue muchas cosas: escritora, actriz, productora y directora de la primera película de ficción dirigida por una mujer en México. Fundó junto con Enrique Rosas Azteca Film, sello que duró sólo dos años por la fuerte competencia y contraste con la industria norteamericana. Sin embargo, la película La tigresa (1917), su ópera prima, fue una de las pioneras del cine silente y cuenta la historia de una mujer cuya eterna inconformidad la orilla a destrozar los sentimientos de los hombres, casi al estilo de una femme fatale. 

Actualmente, su biografía se encuentra resumida en el libro Realidades (1921), en donde se indaga más sobre su prolífica carrera como actriz, empezando en el  teatro de revista para culminar en la pantalla grande. Asimismo, se cuenta un poco su labor e  interés en el activismo desde los tiempos de la breve dictadura de Victoriano Huerta y cómo ella buscaba ser parte de una lucha en contra de distintos abusos de poder, generalmente a través del arte. 

Hoy en día, años después de leer esos versos de Alfonso Carmín en la exposición, caigo en cuenta que su alabanza única al físico y aparente misticismo, le quedan cortísimos a una mujer que hizo y deshizo muchas formas y estereotipos de la época, pues demostró que no sólo podía sólo performar arte ajeno, sino crearlo.