“De su infancia, sólo conozco una anécdota, la de la comisaría. ¿Es una anécdota real?”

Con esta pregunta, Truffaut iniciaría su legendaria entrevista con Alfred Hitchcock, quizá el único director de la historia del cine con un universo 100% original.

En América, la crítica no lo bajaba de misógino, pervertido y degenerado. Sus retorcidos mundos repletos de detalles sexuales, su vocación absoluta al miedo y su estilo provocativo, fue demasiado para las audiencias de la época, su cine fue un bocado demasiado grande para los críticos que irremediablemente se atragantaron.

A Hitchcock, como a muchos otros cineastas de su época, le llegó la reivindicación tiempo después a través de los ensayos de los jóvenes cineastas de la Nouvelle Vague y posteriormente con los directores modernos del cine norteamericano. La profundización que Truffaut y Chabrol le dieron al análisis de las cintas de Hitchcock, revelaron detalles asombrosos de sus procesos creativos, nos dieron biblias acerca de la creación cinematográfica. David Fincher -director de Seven– revelaría años después que leyó tantas veces las entrevistas de Hitchcock con Truffaut, que terminó deshojando el libro.

La filmografía de Alfred Hitchcock no cabe en el reduccionista género del suspense, sus películas hablaron de todo sin ningún límite y así como no se puede decir que el Quijote es un libro sobre la locura, es imposible asegurar que Frenesí es un film sobre asesinos en serie.

Si me preguntaran cuál es mi película favorita de Hitchcock, tendría que tomar la salida fácil: mi película favorita es la última que vi. De Psicosis me quedo con su inspiradora perversión, de North by Northwest admiro el ritmo eterno, si me cuestionan por Rebecca diré que su atmósfera me parece inédita, ¿quieren hablar de Los Pájaros? Les diré que no existe otra película con mayor capacidad para generar tensión, si buscara la película más sugestiva de la historia les traería Notorius y si tuviera que enseñar cómo se debe montar un film tendría que recurrir a La Ventana Indiscreta.

La lista de obras mayores del inglés es larga, cada película de “Hitch” posee un microuniverso escondido bajo la superficie, cada diálogo, cada objeto y cada movimiento tiene una intención deliberada, en la filmografía del director no existen los accidentes, todo para bien y para mal, proviene de una meticulosa -casi obsesiva- planificación.

De Alfred Hitchcock se tienen muchas anécdotas, decenas de críticos e inclusive psicólogos han intentado definir y delimitar su compleja personalidad, para mí, Hitchcock siempre ha sido un niño desobediente, un infante malévolo que es capaz de mover el mundo para llevar a cabo una travesura  y cuya única recompensa es ver cómo el rostro de sus padres se descompone por la desesperación.

Cuando Hitchcock tenía 5 años, su padre lo mandó a la comisaría con una carta en la mano, el comisario la leyó y encerró al pequeño niño por 10 minutos. “Esto es lo que se hace con los niños malos”, le dijo