En un debate acalorado sobre una película que no me había gustado, un amigo joven argumentó:

— ¿Has pensado en que, a personas como yo, que tienen Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDHA), los efectos visuales de esa cinta nos ayudan a no perdernos? —

Dicen que uno es joven mientras el alma se mantenga enérgica y vital. Aunque es cierto, para otros fines, el ser joven implica tener cierta edad. Empecemos con el entendido de que no existe una definición globalmente aceptada sobre el rango de edad que comprende la juventud, pero, según el criterio de las Naciones Unidas —cuyo fundamento es, en gran parte, estadístico—, esta va desde los 15 hasta los 24 años.  

Aun cuando el concepto es acuñado por un organismo internacional, debemos comprender que hay contextos tan diversos como personas en un mundo globalizado. Por esto, invitamos a reflexionar sobre los espectadores jóvenes desde tres puntos cruciales: el desarrollo, la crisis y la diversidad. 

Desarrollo no es inmadurez

Si alguna vez intentamos ganar un debate contra jóvenes aludiendo a su “corta edad”, es tiempo de repensar lo que eso significa. Si bien, es común que en los adolescentes y adultos jóvenes existan actitudes que posiblemente no se repetirían años más tarde; hablar de desarrollo es mucho más complejo y enriquecedor que hablar de madurez. 

Es cierto que los jóvenes tienden a tomar más riesgos, no porque no les importe el peligro, sino porque, regularmente, este trae cierta recompensa. Entonces, esta edad no debe verse como un problema, sino como un proceso de adaptación en el que, así como ellos, los creadores de contenido deben arriesgarse y escribir historias que, tal vez, se acerquen más a la rapidez del 2022 que al concepto de amor romántico de hace siglos. 

Las crisis son contextuales

El cliché de convertir tu dolor en arte está presente en nuestra actualidad y, aunque es debatible en muchos sentidos; si aún queremos seguirlo, intentemos hacerlo bien. El que un matrimonio termine es, seguramente, un proceso doloroso, ¿pero es algo interesante para audiencias que, probablemente no han pensado siquiera en casarse? Entender las crisis desde una visión meramente individual puede ser contraproducente. 

¿La respuesta? Convivir con ellos, preguntar y, sobre todo, empatizar. Durante la juventud, las crisis estarán marcadas, en gran medida, por una vertiente: la búsqueda de identidad. Ahora que entendemos que sus problemas, por absurdos que en edades avanzadas parezcan, son reales, tenemos que voltear a verlos y ofrecer narrativas que hablen de los múltiples caminos a seguir y las múltiples acepciones que la identidad puede abarcar en este siglo.  

Muchos colores

En un estudio de Estados Unidos, realizado por Theatre for Young audiences, de 2009 a 2019, el porcentaje de dramaturgas en las producciones de teatro para jóvenes audiencias pasó de un 33% a un 36%; un cambio insuficiente. Por otra parte, en cuestión de escritores negros, en ese mismo periodo de tiempo, la cifra creció de 9% a 20%; un cambio importante, pero aún escaso. 

Situaciones similares suceden si estudiamos casos como el de otras figuras como los directores o actores. Por esto, es necesario abrir espacios para creadores diversos, que no solo entiendan el contexto de la edad, sino que entiendan otras variables como la social, la histórica, la científica y hasta el cognoscitiva para que personas con TDHA u otras características únicas de distinta índole se sientan representados y acobijados por la experiencia del arte.