En uno de aquellos barrios de la ciudad de Los Ángeles en 1944, excluidos de la urbanidad, el primer mundo y el glamour, nació Barry Eugene Carter, un chico que estaría rodeado de un ambiente en el que la pobreza abundaba; los afroamericanos eran señalados por el racismo, la violencia era común en las calles y la delincuencia una necesidad para salir adelante.

Barry White conoció la desdicha de verse tras las rejas a una edad prematura por intentar robar las llantas de un automóvil. La frialdad de la cárcel hizo reflexionar al joven de 15 años, dos meses después, cuando salió bajo libertad incondicional, aprendió a tocar piano con la ayuda de su mamá.

Posteriormente, comenzaría a cantar en un coro de iglesia, pero su trayectoria profesional y el descubrimiento de su potente voz fue como productor en 1969. Su primer disco apareció en 1973 con I’ve Got So Much To Give. Luego del exitoso álbum, seguirían otros 19 discos de estudio en los que el r&b (rhythm and blues), soul y el disco, acompañan su tesitura de bajo barítono.

Su voz se caracteriza por sus enormes cargas de sensualidad que invitan a recostarse con tu pareja en la cama rodeados de sábanas rojas de seda satinada y unas copas de champagne espumoso en la mano, pero al mismo tiempo, el romanticismo surge cuando el canto es lento. El tono grave vibrante penetra hasta el cerebro, estimula cada neurona con su cadencia, y la lentitud con la que pronuncia cada palabra paraliza el cuerpo.

Pero su apoteósica voz no solo la utilizó para seducir y enamorar a su público. En la década de los 70, las letras románticas y los fraseos lentos cambiaron por armonías del teclado, un imponente bajo, y un ritmo pegajoso que sonaba al compás del giro de una esfera colorida, el ícono de la música Disco.

Barry White seguía enamorando a su público, no obstante, las parejas ahora salían de la intimidad de sus aposentos para lucir sus mejores pasos y cantar con efusividad bajo la luz de la bola disco, dejándose contagiar por la masculinidad de su voz, bailando de un lado a otro, sintiendo la felicidad de aquél joven que, años atrás, visualizaba el hurto como su puente al éxito.

Pensar en Barry White es imaginar a una persona de estatura media, cabello largo negro y patillas hasta las mejillas, con una barriga prominente en la que almacenaría una voz potente, seductora, llena efusividad, gruesa como la madera, pero sus cuerdas vocales vibran con la claridad del agua al grado que podemos recrearlas por dentro.

El mensaje que nos deja la música de Barry Eugene Carter es el de vivir con una sonrisa y disfrutar del placer de aquello que es capaz de paralizar el tiempo. Particularmente disfruto cada segundo de You’re The First, The Last, My Everything, pero ustedes comenten: ¿Qué canción de Barry White les enloquece?