No es un secreto que la vida de los llamados ‘‘rockstars’’ está plagada de excesos. El clásico ‘‘sexo, drogas y rock & roll’’ fungió casi como regla (aunque bastante voluntaria) para todas esas figuras de las decadas de los 60, 70, 80 e incluso 90 del siglo pasado, que hoy en día son consideradas piedras angulares y leyendas del género. Tanto por su aporte musical, como por su personalidad, muchas de esas estrellas han quedado inmortalizadas en la cultura pop hasta el día de hoy, pero no todas han vivido para presenciarlo. 

James Newell Osterberg Jr., mejor conocido como Iggy Pop, es de los pocos astros que al día de hoy sigue encendido y radiante. La historia de vida del considerado ‘‘Padrino del Punk’’ es todo menos aburrida o tranquila, y aunque en el ámbito personal actualmente ha dejado atrás todo ese caos y desenfreno connatural a su persona, es casi un milagro que viva para contarlo si consideramos el desenlace de varios de sus contemporáneos. No obstante, lo cierto es que Iggy no siempre tuvo el errático y explosivo espíritu punk con el que se le identifica hasta la actualidad. 

Nacido un 21 de abril de 1947, Iggy vivió los primeros años de su vida junto a sus padres en un remolque en Ypsilanti Michigan. Contrario a lo que sería años más tarde, el pequeño James aspiraba a ser presidente cuando creciera y se juntaba con chicos populares y bien vestidos; sobra decir que ningún vicio se atravesaba por su cabeza, sin embargo, su amor por la música lentamente fue germinando el nacimiento de un caótico ícono. Pese a llevar una forma de vida modesta, Jimmy siempre fue apoyado por sus padres respecto a sus intereses, tanto así que estos le compraron su primer kit de batería y le cedieron su propia habitación para guardarla y que él practicara, pues era el único espacio del remolque en el que cabía. 

Pronto, James Jr. pasaría a formar parte de The Iguanas, una de sus primeras bandas y de la cual obtendría su nombre artístico y futuro alter ego ‘‘Iggy’’ que complementaría con el ‘‘Pop’’ perteneciente a un conocido suyo. Más adelante, después de haber estado en diferentes agrupaciones de blues, Iggy presenció una presentación de The Doors con la que se convenció de lo que quería hacer y cómo debía hacerlo luego de observar al enigmático e impulsivo vocalista Jim Morrison. 

The Stooges vieron la luz para finales de los 60, ganando reconocimiento inmediato más que por el virtuosismo de su música, por sus caóticas presentaciones y la conducta inapropiada de Iggy, quien no dudaba en ir hasta el límite de lo permitido al vomitar, sangrar al cortar su pecho con vidrios rotos y saltar sobre el público durante sus conciertos. Ir a un show de The Stooges era genuinamente peligroso, pues nunca sabías qué haría su inestable líder. Sin embargo, pese a publicar algunos discos en los que hoy encontramos clásicos como ‘‘I Wanna Be Your Dog’’ o ‘‘Search and Destroy’’ (influencia y muestra del proto-punk que impulsaron), los Stooges se separaron debido a su nulo éxito comercial. Aun así, este fue apenas el comienzo para Iggy. 

Luego de la separación de The Stooges, Iggy lidió con una fuerte adicción a las drogas que lo orilló a hacer cosas como meter la lengua en una transferencia de tren eléctrico, o intentar fumar telarañas cuando no podía costear las sustancias. Finalmente tocó fondo y él mismo se internó en un hospital mental para tratar de rehabilitarse, pero fue David Bowie, una de las pocas personas que lo visitaban, quien fue su verdadero ‘‘héroe’’. 

El músico británico que para entonces ya era su amigo, no dejó de apoyarlo e incluso lo incluyó en la gira de su álbum Station to Station (1976); sin embargo, luego de ser arrestados en Nueva York por posesión de marihuana, ambos supieron que debían dejar todo atrás para intentar limpiarse y vencer sus demonios, por lo que huyeron, paradójicamente, a la capital de la heroína: Berlín. Al final, todo salió perfectamente bien, pues fruto de ese aislamiento en la capital alemana, Bowie dio vida a su trilogía de Berlín, e Iggy a dos de sus discos más representativos: The Idiot (1977) y Lust For Life (1977). 

Desafortunadamente, los 80 no fueron tan prolíficos para Iggy como pudo pensarse luego de lanzar estos discos. Nuevamente luchó con sus adicciones mientras Bowie seguía apoyándolo económicamente al grabar canciones de sus discos pasados que lo acreditaban como autor y por las cuales recibía regalías. En paralelo, Pop halló confort y una visión diferente en la actuación, por lo que luego de tomar clases pudo aparecer en películas como Sid & Nancy (1986), Cry Baby (1990), Coffee and Cigarettes: Somewhere in California (1993), entre otras más. De igual manera se hizo otro hueco en el cine al aportar canciones para bandas sonoras, de manera que el Padrino del Punk consiguió convertirse en un artista multifacético.  

Hacia los 90 Iggy regresaría por completo a la escena rock con su disco Brick By Brick (1990), acrecentando la costumbre de colaborar con otros artistas, como Slash, Duff McKagan o Kate Pierson. Su apogeo terminaría de llegar con la inclusión de su canción Lust for Life en la banda sonora de la icónica Trainspotting (1996), película de Danny Boyle. Pop cerró la década de cara al nuevo siglo con una carrera renovada y la promesa de un futuro prometedor.

En los 2000 Iggy continuó como solista y como frecuente colaborador de artistas ya no sólo contemporáneos, sino también más jóvenes, como fueron los casos de las bandas Sum 41 o Green Day. Igualmente colaboró con figuras tan reconocidas como Madonna, no obstante, la verdadera sorpresa del nuevo milenio fue la reunión de The Stooges fruto de un reencuentro con los hermanos Asheton. Finalmente, estos fueron inducidos al Salón de la Fama del Rock and Roll en marzo de 2010.

En los años siguientes, como prueba de su inagotabilidad, Pop se mantuvo vigente al realizar música solista y colaboraciones con artistas de la talla de New Order (Stray Dog (2015)) o Josh Homme de Queens Of The Stone Age (Post Pop Depression (2016)), al mismo tiempo que ha seguido actuando en vivo, pues pese a haber desarrollado con el paso de los años una cojera fruto de la deformación en su columna a causa de la poliomielitis, tanto en el estudio como en el escenario, Iggy simplemente no ha parado. Quizá ya no es más esa figura fuera de control que de muchas maneras pudo terminar mal, pero su presencia en la escena del rock y en los escenarios sigue siendo lo suficientemente potente e hipnótica como para poner a vibrar a quien sea que lo escuche y vea. Así que por eso y porque el Padrino del Punk cumple un año más como leyenda superviviente del rock, Bogart Magazine te invita a celebrar a Iggy Pop mientras escuchas su último disco: Every Loser (2023).