La primera noción que tengo de Bryan Cranston es como el Tim Whatley en Seinfeld, aquel dentista que, según Jerry, se convirtió al judaísmo “sólo por las bromas”. Cranston era perfecto para ser parte del universo Seinfeld: cínico, un poco molesto, un poco gracioso, un mucho neurótico… un personaje secundario bastante memorable.

Aunque puede ser un actor de personalidad potente y abrumadora, Cranston tiene la rara cualidad de desaparecer en pantalla, debo reconocer que poco o nada recuerdo de sus apariciones en Saving Private Ryan o Little Miss Sunshine, dos películas que adoro y visito con regularidad. Esta habilidad para jugar a las “escondidillas” (para algunos una debilidad), fue una fortaleza que jugó un papel vital en el futuro del actor.

Justo en medio

Con Malcolm in the Middle llegó la primera oportunidad de protagonismo para el actor angelino. Cranston utilizó su habilidad para “desaparecer” a fin de construir a esa maravillosa criatura que resultó ser Hal.

En entrevista con la revista GQ, Cranston reveló que creó la personalidad de Hal para ser un complemento de Lois, una mujer de carácter fuerte, poderosa y decisiva: “No podía hacer que Hal compitiera con Lois, ella era una presencia demasiado fuerte”.

A partir de esta lógica, Cranston dejó que Hal fuera definido por la timidez, el misterio, la indecisión y un patetismo que extrañamente resultaba tierno, romántico, casi poético.

En un flashback de Malcolm, se revela que cuando era niño, Hal tuvo que decidir entre payasos o animales para su fiesta de cumpleaños, al no poder elegir, su padre contrató ambos y una serpiente pitón terminó ahorcando a uno de los payasos, esto definió la personalidad de Hal haciéndolo incapaz de tomar decisiones. 

Al final del episodio cuando Lois confronta a Hal para que tome una decisión de vida o muerte, le dice que él nunca dudó ni un segundo para casarse con ella a lo que Hal respondió: “Contigo no tenía nada que decidir”. Ese fue el Hal manufacturado por Cranston, un protagonista cuyo heroísmo no estaba condicionado a los clichés de la masculinidad como la seguridad, la fortaleza o la ferocidad, un héroe cuyo viaje estaba lleno tropezones y sinsentidos, el maravilloso viaje de Hal el “tonto”.

En ese momento me di cuenta que Bryan Cranston nunca trató de esconderse, él es un actor que siempre está al servicio de las historias, un intérprete que no duda en mimetizarse con su argumento a costa de su lucimiento personal. 

El diablo en calzones

Hal era un personaje lo suficientemente gracioso y memorable para que Cranston fuera “encasillado” de por vida, sin embargo, la vida le tenía deparada una sorpresa al actor, una sorpresa en forma de metanfetamina azul.

Cuando AMC propuso a John Cusack y Matthew Broderick para interpretar a Walter White en Breaking Bad, la postura de Vince Gilligan con respecto a la presencia de Bryan Cranston fue categórica: “O él o nadie”.

White no solo se convirtió en su personaje insignia, sino también en una vía para descargar todo lo que había contenido por años como actor, el también conocido como Heisenberg estaba hecho de pura furia y Cranston al fin pudo dar rienda suelta a su fuerza vital sin necesidad de comprometer a la historia, ya que Gilligan creó un camino libre de topes y semáforos para recorrer a toda velocidad.

Con esta crisis de la edad madura potenciada a niveles bíblicos, Cranston encontró en White una forma también para mostrar su estupendo rango actoral: ya sea explotando en medio del desierto de Albuquerque, peleando con una mosca en un laboratorio de matas o convirtiéndose en el una figura paternal (diabólica) para Jesse Pinkman. Cranston mostró un mosaico inacabable de pequeños dones histriónicos. Basta ver Ozymandias (el magnífico episodio de la quinta temporada de BB) para constatar el mastodóntico trabajo, uno literalmente queda agotado al terminarlo.

Lo que viene

En cine Cranston aún no ha encontrado su gran papel, y aunque Trumbo (donde interpretó al guionista de Hollywood Dalton Trumbo) ya le valió una nominación al Oscar como Mejor Actor, lo mejor (estoy seguro), está por venir.

Su carrera como artista de doblaje es admirable (DC, Disney, Dreamworks, Wes Anderson) y seguramente nos dará nuevos pasajes de brillantez en el futuro.

En televisión, Cranston está grabando Your Honor, una serie sobre un juez que debe mover sus influencias para ocultar el crimen de su hijo y aunque la serie es digna, sin duda es un intento de la industria de encasillar al actor en el papel del hombre que se mueve en los límites de la moralidad para salvar a sus seres queridos… Estoy seguro que Cranston pronto esquivará este cliché para reinventarse una vez más.

Es complicado saber a dónde irá la carrera del actor, pero algo es seguro, después de muchos años y una carrera en eterna evolución, Bryan Cranston no tiene por qué esconderse nunca más.