Yo te lo dije, fue justo como lo soñamos mi querido Albert, nos teníamos que reencontrar en la máxima fiesta del fútbol, siempre lo supe desde que nos hicimos esa promesa a los 16 años. Salimos campeones con el Atlético Robledo en el regional, ese día que dimos un juegazo de aquellos, tú, El Molinos, El Árabe y yo, controlamos el medio campo como el Real Madrid, puro toque venenoso, desequilibrante y el balón a la red. 

Luego nos fuimos a celebrar ¿no te acuerdas? te sentías tan poderoso que le declaraste tu amor a la que te gustaba y te dijo que sí, nos pusimos bien pedos en tu casa y con una caguama ya éramos un desmadre. Quien sabe que otras locuras hicimos, pero recuerdo que al final prometimos mantener siempre la amistad y jugar el Mundial juntos con la selección.

Tal vez fui muy incrédulo, ¿verdad Molinos? Estábamos bien chavos y solo nos importaba el “fulbo” como dicen en argentina, hacer promesas es fácil cuando la vida te favorece y sobre todo cuando no han atravesado la insoportable levedad del ser. Para todos la situación fue diferente, y no para bien.

Este maldito país, tan hermoso y siniestro, no hay oportunidades para el auténtico talento, El Albert y yo estuvimos picando piedra en las filiales de Pumas pero no más nada, cuando pensamos que ese año era el bueno, al final llegó un individuo de traje, lentes oscuros, cabello canoso y bien mal encarado. Se nos acercó, se presentó como un representante y que si le aflojábamos 70 mil varos cada uno, nos metía al primer equipo.

No hubo forma de sacar varo y ese carnal daba tanta desconfianza que de plano decidimos dejar la filial. Después vino lo más duro: con la universidad, con la novia, los deberes, ya ni tiempo daba de jugar futbol. El Molinos se hizo bien pedote. Mi Albert, tu de plano dijiste que no más estudios y te metiste de lleno al jale. Ya casi ni nos veíamos.

Metimos un equipo de fútbol 7 para intentar revivir nuestras viejas glorias y lo único que sucedió fue que nos peleábamos después de los partidos, puras goleadas 8-2 contra chavos de 17 años que corrían como Usain Bolt y no se cansaban, ahí entendimos que nuestro sueño de jugar en un Mundial estaba más que destruído.

En cierto modo sentí que ahí se rompió algo entre nosotros, camaradas, porque dejamos de frecuentarnos, nadie se platicaba nada de logros o fracasos personales, como suelen hacerlos los amigos que están para apoyar, felicitar o dar palabras de aliento, me cuestioné si en realidad seguíamos siendo amigos, por qué había tanto silencio entre nosotros, quienes hace años habíamos formado un vínculo insuperable.

Y fue así como cada quien tomó su rumbo, nadie pudo sacarse esa espinita del futbol, dedicarme al periodismo deportivo fue lo mejor que pude haber hecho, mi esposa detesta que no deje de hablar de deportes pero no puedo evitarlo, el balompié es otra forma de narrar la vida desde una óptica romántica, filosófica, trágica y emocionante.

Es por eso que estoy tan contento de verlos de nuevo, me alegra mucho que nos hayamos reunido de nuevo, cabrones, quizá ya no compartimos lo mismo, pero el amor a este deporte nos permite despertar un rato de emoción, y bueno, quién iba a pensar que estaríamos en un Mundial juntos, cada quién como pudo pero aquí estamos.

Mi Albert, que bueno que encontraste el negocio ganador vendiendo jerseys y gracias por darnos un espacio aquí en tu local con televisión. Molinos, gracias por escaparte de la taquilla del estadio y lanzarte para acá, el Mundial une a la humanidad y esta ocasión nos tocó a nosotros. Y que bueno que en el periódico me dieron el día.

-Ya empezó la cortinilla, ¿Crees que el Árabe vaya de titular?

Espero que sí, le comenté que lo estaríamos apoyando los tres desde el estadio y me prometió un gol dedicado para nosotros…