Un 10 de diciembre de 1999 se estrenaba en televisión un largomatraje dirigido por Genndy Tartakovsky sobre la caricatura de El Laboratorio de Dexteruna aventura divertida, intrépida y sobre todo, vigente.

El Viaje de Dexter nos muestra una aventura en la cual, el niño genio viaja años más adelante para saber cómo es que salvó al futuro. Durante la travesía conoce versiones más adultas de su ‘yo’, y juntos descubren qué ha sucedido con la Tierra y por qué ha caído en manos de su nemesis, Cerebro.

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A lo largo de sus cambios en la línea temporal, Dexter se topa con tres realidades diferentes que resultan de sumo interés debido a los guiños ideológicos que Tartakovsky encarnó en cada uno de ellos, dejando así un mensaje vigente a la sociedad, como suele hacerlo una obra de ciencia ficción, y esta película de televisión cumple con todas las características.

El primer escenario que visita nuestro héroe es uno en el que domina la burocracia y la fuerza de trabajo, observamos al Dexter perteneciente a esa época como un simple trabajador dentro de unas reducidas y cuadradas oficinas. Cerebro lidera la corporación, es él quien resume la situación cuando las grandes empresas son las que mandan, y se lo comenta a su sumiso empleado antes de castigarlo:

“Hay dos clases de personas en este mundo: Hay quienes se esfuerzan para mantener a sus familias sufriendo y rogando por cualquier migaja de comida que puedan encontrar; y por otro lado, los fuertes, los poderosos, la élite que goza de lujos que los demás no pueden ni soñar”.

Es con éstas simples palabras que Cerebro reduce parte de la lógica capitalista en una escena, dividiendo la clase trabajadora de la burguesa, rompiendo cualquier mito acerca de la igualdad en la competencia y adquisición de bienes, cuyo impacto es claro cuando pensamos en la actual brecha socioeconómica entre países y ciudadanos.

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Por otro lado, Dexter profundiza más en el futuro y llega a la mismísima utopía. De la mano de sus grandes inventos, la ciencia y el conocimiento alcanzaron cada rincón del planeta para lograr el desarrollo perfecto de las civilizaciones, la premisa fundamental es: distribuye el saber y todos creceremos.

Por último, el protagonista regresa un poco en el tiempo para conocer a exactitud el momento de su triunfo, sin embargo, se lleva la inesperada sorpresa de una distopía en la que persiste la pobreza, el caos, y sobre todo la ignorancia, puesto que la ciencia está prohibida, solo la reducida élite tenía acceso a los privilegios brindados por la tecnología.

La advertencia es latente aunque también una incógnita, llevando la situación al extremo ¿Es posible retroceder a un sistema dictatorial en el que pocos puedan desarrollar inventos? ¿No es acaso la militarización de la ciencia una realidad? Los altos mandos se han preocupado más en crear armas de alto poder en lugar de apostar en energías renovables que ayuden al medio ambiente, esto entre una infinidad de ejemplos.

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Si bien no se trata de un mensaje novedoso, es válido pensar en su vigencia tras 20 años de su lanzamiento, Tartakovsky se vio impactado por la incansable Guerra Fría, y él tanto como otros artistas y pensadores, plasmaron sus convicciones en las creaciones que ahora recordamos.

No recuerdo alguna otra caricatura (para niños) en la actualidad que plantee este tipo de asuntos en las pantallas de televisión, tal vez los reglamentos se han vuelto más estrictos, la competencia es mayor, o peor aún, la demanda ya no exige estos contenidos, siendo así ¿nos estamos haciendo menos inteligentes?