Muy bien, aquí vamos, una vez más al comienzo de una nueva década, pero no se trata de cualquier década, no. Estamos ante el principio del final de un siglo que vio nacer, crecer y desarrollar en más de un sentido a la música hasta convertirse en lo que es hoy, un irrevocable fenómeno de masas. 

Pero, en la línea temporal musical, ¿cuál podría ser el siguiente paso? Es decir, ¿qué más habría por hacer luego de liberar a la música de una represión más o menos elitista y traerla a terreno popular; experimentar un poco y luego muchísimo con ella; para después aparentemente sentar cabeza en un entorno puramente comercial? ¿Qué demonios podría seguir? La fórmula pop de los 80 estaba desgastada y algo más tendría que venir como relevo, como alternativa, sí, alternativa más que oposición ante la naciente realidad globalizada y capitalista de finales del siglo. 

Tantas cosas sucedían al mismo tiempo de manera cada vez más acelerada hacia el cierre, pero al final, todo era mundano y los 90s fueron una alternativa para hacer frente a ello, o mejor dicho, para proyectarlo. En este punto entran a la ecuación los no tan nuevos pero sí resilientes Red Hot Chili Peppers. Con casi 10 años de existencia, una alineación hasta hace poco inestable debido a los excesos intrínsecos de la banda, que dicho sea de paso terminarían con la vida del guitarrista Hillel Slovak (fundador y artífice del sonido raíz de los Peppers); los californianos aún tenían mucho por dar, y de hecho, este apenas sería el comienzo.

El 24 de septiembre de 1991, en forma del funk más desenfadado y autocomplaciente; mezclado con un rock que sin soltar homenaje a clásicos como Hendrix o Zeppelin, comenzaba a hallarse a sí mismo en una nueva dinámica; y amarrado por letras ágiles, directas y sin ningún tipo de censura a través de temas de crítica social, muerte, drogas, y sexo (mucho sexo) en forma del hip-hop más irreverente, Blood Sugar Sex Magik llegó para desbordar la nueva ola alternativa. Con un sonido menos denso que el de su placa anterior Mother’s Milk,  los Peppers imprimieron a su quinto disco una vibra única e indudablemente irrepetible. 

El bloque de funk, rock y hip-hop que representa este trabajo, está perfectamente condensado en gran medida gracias al ya icónico y siempre versátil Rick Rubin, quien fungió como productor de los de California por primera vez. Este factor realmente fue crucial, pues al haber terminado su contrato anterior y firmar con el gigante de Warner, Anthony Kiedis y compañía necesitaban a alguien que les inspirara confianza, comodidad, y sobre todo libertad para explorar su sonido y ser ellos mismos. Así lo declaró el propio Flea en el documental Funky Monks, el cual retrata las grabaciones del disco; de eso se trataba estar en los Red Hot Chili Peppers, de ‘‘ser libres y no ser restringidos por nada’’. Rick Rubin era el indicado.

Las circunstancias para la creación del BSSM fueron por demás curiosas y perfectas. Los chicos deseaban grabar en un espacio sin las convenciones de un estudio de grabación tradicional, por lo que Rubin les ofreció trabajar en la vieja mansión del mago Harry Houdini; ellos accedieron de inmediato y con entusiasmo, pues el espacio en verdad les permitiría componer y grabar a sus anchas. 

Otro elemento esencial fue la disposición y consistencia de la misma alineación del grupo, pues este sería su segundo disco juntos con el baterista Chad Smith, y el todavía joven pero sumamente talentoso John Frusciante a cargo de la guitarra. Este último sin lugar a dudas sería una pieza clave en la consecución del sonido de BSSM, pues se entregó totalmente al proceso de composición y grabación en medio de una explosión creativa fascinante. Frusciante estaba seguro de que lo que estaban creando era algo grande y se encargó de disfrutarlo sin reservas. 

Pero, ¿cómo resulta todo esto en una de las primeras alternativas de los 90s que comenté en un principio? Para comprenderlo mejor es necesario revisar dos aspectos clave, y el primero de ellos es por supuesto el musical. Los Peppers ya habían iniciado la fusión del funk con rock y hip-hop años atrás, pero es justamente en BSSM que todo, en verdad todo, termina por funcionar y encajar perfectamente.

Vayamos paso por paso, elemento por elemento. Primero, la batería de Chad Smith, es potente y directa, los grooves que imprime para cada canción, en sus propias palabras, son una base (bien sólida) que él dispone para que los demás pinten el resto. Luego tenemos a Flea, un Flea mucho más mesurado en su bajeo; este se toma su tiempo y construye riffs con más delicadeza y cuidado, sin tanto slap como en discos anteriores buscando un sonido más armónico, pero, sin perder su característico funk. 

Por otro lado, la guitarra de Frusciante rinde frutos para terminar de amarrar el sonido del funk, rock y hip-hop gracias a que las estrofas que toca, en su mayoría rondan en torno a un mismo acorde, lo cual ayuda a condensar en un sólo bloque el funk con el hip-hop de Kiedis, permitiéndole a este último cantar con soltura sin la necesidad de cambios constantes en la melodía. Si se deseaba una melodía marcada, Frusciante jugaba con un mismo espectro de acorde al tocar riffs que intercalaban séptimas y novenas del mismo; así, la base melódica se mantenía sin sonar repetitiva, pero sí dinámica.   

Musicalmente cada uno hizo lo suyo para ensamblar un todo armónico, dinámico, agradable y divertido. Pero ahora, sobre el segundo aspecto, que compete a las letras de Kiedis y viene en conjunto con su canto, BSSM termina de ser lo que es gracias a las malditas letras de Kiedis, directas, ágiles, claras, y puede que insolentes, sí, pero honestas. Hay que decirlo, BSSM es sumamente explícito sobre la concepción del sexo por parte de Kiedis, cosa que quizá hoy en día sería un poco más complicada; no obstante, este disco no es pura perversión, como ya se ha dicho hay una marcada crítica a la sociedad, pero también introspección y autorreflexión. 

El caso insignia por excelencia de este nuevo ejercicio en las temáticas de los Peppers es por supuesto Under The Bridge, originalmente un escrito de Kiedis sobre sus momentos más oscuros durante su adicción a las drogas, el cual Rubin encontró por ahí arrumbado y afortunadamente no ignoró. Finalmente, un apenado Kiedis accedió y junto a Frusciante crearon una canción triste y autorreflexiva que al final, consigue volverse un escape hacia un mejor lugar.   

Fue gracias a la libertad y versatilidad renovadas de la banda que Kiedis se permitió explorar otras posibilidades en su sonido, inclinándose por momentos a melodías tranquilas y más personales, como lo fue precisamente con Under The Bridge

La ambivalencia entre el irreverente funk y un rock más melódico va de principio a fin, pasando de las potentes The Power of Equality e If You Have To Ask que abren el disco, a una repentina Breaking The Girl más melodiosa con una guitarra de 12 cuerdas muy a lo Led Zeppelin III. El caos vuelve de inmediato con Funky Monks y la icónica Suck My Kiss para aterrizar nuevamente en una melancólica balada como I Could Have Lied. Este proceso se repite consecuentemente de forma un poco más espaciada a lo largo del disco, permitiendo una escucha sumamente exquisita y dinámica. 

Gracias a todo esto el Blood Sugar Sex Magik de los Red Hot Chili Peppers rápidamente se posicionó en los primeros lugares de listas como los Billboard, abriendo paso a la nueva alternativa musical que venía con fuerza, pues curiosamente, el mismo día que Kiedis y compañía lanzaron su álbum, Nirvana hizo lo propio con nada más y nada menos que Nevermind; sobrado decir que se trata de otro parteaguas musical en el inicio de la última década del siglo XX. 

Así, junto con nuevas bandas como Smashing Pumpkins, Pearl Jam y la propia Nirvana, los Peppers dieron paso a la oleada de rock alternativo y grunge, que marcarían un antes y después en la música popular y comercial como la conocemos ahora, pues con discos como BSSM se dio pauta para una versatilidad musical fresca y desenfadada, a la par que se hablaba sin censura de lo que sucedía en el mundo entero, tanto exterior, como interior. 

Blood Sugar Sex Magik fue el principio de un final, pero también el de una nueva era, y a 30 años de su llegada, sin duda su sonido sigue más que vigente.