“Estoy seguro de que si algún mérito tengo, es saber servirme de mis ojos, que conducen a las cámaras en la tarea de aprisionar no sólo los colores, las luces y las sombras, sino el movimiento que es la vida.”  

Gabriel Figueroa

La vida puede ser amarga e injusta sin ninguna razón. Todos los días nos enteramos de noticias de cómo el mundo está cayendo un poco más en la locura o en la guerra. Sé lo difícil y pesado que es verte a los ojos después de darte cuenta de que otra vez estas doblegándote con el peso que estas cargando y decirte que todo va a estar bien, pero también sé que se hace mucho más fácil viendo al cielo de las seis de la mañana y perdiéndote en sus colores y sus formas. 

Para mí el cielo fue lo que me hizo interesarme tanto en la fotografía, porque fue gracias a ella que logre darme cuenta de que lo reconfortantemente bello y lo impresionantemente vivo siempre está frente a nosotros; cruzando por nuestra mirada mientras vamos viviendo la normalidad de nuestras vidas, y todo lo que tenemos que hacer para apreciarlo es tomar un momento y mirar, tal como lo hacía Gabriel Figueroa.  

Imagen en blanco y negro

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La fotografía del capitalino es un claro ejemplo del observar y apreciar. Apreciar todos los elementos que conforman el mundo y las personas que lo habitan, sus sombras, sus luces, darnos cuenta de que el color es como la sal en todo lo que vemos, aviva su sabor, pero su existencia por sí misma ya es el plato fuerte. Pero sobre todo vimos, a través de sus ojos, los niveles de profundidad que existen en estos momentos. 

Los horizontes que encontramos en su trabajo nunca fallan en asombrarme e inspirarme, siempre encontraba la forma de hacerlos igual, si no es que más presentes e imponentes que los sujetos principales, me atrevería a decir que son la razón más importante de su estatus legendario nacido de nuestra época de oro del cine, y forjados entre sus más de 200 proyectos.    

Es complicado elegir un fotograma de entre su galería para ejemplificar estos bellos paisajes que se convirtieron en su marca única y que han paseado por premiaciones y festivales mundiales, desde Cannes y Venecia, hasta los Oscares y los Arieles, representando a México para todos aquellos que tengan la fortuna de encontrarse con una de sus películas. Podríamos utilizar a Macario (1960) con su mítica cueva iluminada por la luz de miles de velas.

Podríamos ver sus característicos cielos en Río Escondido (1948), Pueblerina (1949) y en Enemigos (1934), que esta última fue una de sus primeras incursiones al mundo cinematográfico, trabajando en ella solo como fotógrafo fijo, que es aquel encargado de tomar las fotos que se utilizarían en la promoción de la película. 

Imagen en blanco y negro de un grupo de personas en un barco

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También con las ilustraciones un poco más urbanas como lo son en Salón México (1949), Víctimas del Pecado (1951) y la que es considerada por muchos como el Magnum Opus mexicano Los Olvidados (1950). Película hito que realizó junto con Luis Buñuel que no necesita introducción, realmente está aquí para recordarnos el impacto que tuvo la forma de ver el mundo de Figueroa y su maestría del chiaroscuro en la cultura fotográfica mundial. 

Imagen en blanco y negro de un tren en las vias de tren

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O podríamos voltear a mirar la película que contiene mis fotogramas favoritos, portadora de la segunda estatuilla a Mejor Película en la historia de los premios Ariel y la primera colaboración de María Félix con el dúo de Emilio “El Indio” Fernández, y el titular de esta nota. Enamorada (1946) es, a mi parecer, el ejemplo perfecto de la fotografía de Gabriel Figueroa. 

Imagen en blanco y negro de una persona con un caballo

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Demuestra su manejo de las reglas de fotografía con su montaje, haciendo sentir las escenas vivas con sus sombras intensas y sus claros brillantes, con su manera de transmitir intensidad o suavidad. Realmente logra crear festines visuales que te exigen mirarlas y apreciarlas. Fotogramas que si bien forman parte de un largometraje, cuando extraemos los momentos individuales no queda más que perdernos en ellos. 

Se que puede ser visto como un cliché el hablar de Gabriel Figueroa cuando nos referimos a la fotografía mexicana, teniendo a grandes fotógrafas como Graciela Iturbide o nueva sangre con Anuar Patjane, ambos aprovechando la misma técnica en sus imágenes, pero es importante seguir reconociendo a aquellos que inspiran y nunca olvidarlos para que lo sigan haciendo.   

El impacto que tuvo Gabriel Figueroa en la historia de la fotografía mexicana merece ser recordado las veces que sea necesario, ya que, para muchos, incluyendo a un servidor, funcionó como un telescopio que nos permitió dejar de ver y empezar a observar la belleza con la que esta tejida la fábrica del universo, y la vasta intensidad que emana de todo lo que está dentro de él.