El Centro Cultural el Hormiguero se estará encargando de brindarle espacio a “Fusiles y olivos: Un documental acerca del conflicto en Tierra Santa”. Una de las propuestas más arriesgadas que se pueda ver dentro del arte escénico.

El 7 de octubre del año pasado, los Hamás emprendieron numerosos ataques coordinados en distintas zonas del sur de Israel, afectando principalmente a civiles; pero también a bases militares. Noticia que llamó la atención en diversos medios, ya que los ataques fueron considerados como “crímenes de guerra y de lesa humanidad”. Sin embargo, la óptica documental en la que se orienta la obra no va hacia un fin meramente informativo, plantea algo más profundo.

Y es básicamente en dimensionar y criticar cómo es que se ha llegado hasta este punto, donde en siglo XXI, con una Organización de las Naciones Unidas como mediadores de la paz, hemos llegado a un nuevo conflicto que parece no tener fin. El conflicto Israel-Palestina va más allá de lo ocurrido el 7 de octubre. En sus más profundas marcas, hay genocidios, antisemitismo y una fragmentación religiosa que sucumbe en la Tierra Santa.

La pregunta central de la obra teatral es, ¿cuál es el papel de nosotros (Occidente) ante este conflicto? Porque sí, para muchos parece ser un evento muy lejano, distante de nuestra realidad y en el cual no podemos hacer nada por los miles de kilómetros que nos separan. Planteamiento que los mismos actores se encargan de desmentir, pues al final, en el mundo, cualquier acontecimiento tiene un impacto global, pero es nuestra ignorancia la que nos hace creer que, en nuestra individualidad, nosotros estaremos bien.

El taller entiende muy bien esto y aporta su moralidad ante el evento. ¿Nosotros qué podemos hacer? Pues una obra que condene los hechos, especialmente los de Israel. Ellos moralmente ya hicieron su labor, que claro, no quiere decir que ya puedan ignorar el asunto, ni los convierte en la policía moral (cómo todos nosotros nos creemos). Más bien, dan los medios para cuestionar en lo que nos concierne, en qué deberíamos preocuparnos. Ellos ya hicieron su aportación, ¿y tú?

Eso convierte a la puesta en escena en un tratamiento arriesgado. Porque en un espacio reducido, y con apenas 9 artistas, presentan todo el conflicto, viajando en el tiempo hacia siglos atrás, previo a Jesús y previo a nuestra actualidad. Se emplean de un sinfín de recursos para poder capturar la mayor información posible.

Con un proyector y una pantalla, muestran diversas imágenes alusivas al tema. Empero, también se apoyan de recortes, juguetes, videos caseros hechos por el equipo, dramatizaciones, etc. Una apuesta que muchas veces les sale, pues mientras uno narra, todo debe ir en una sincronización tan precisa para que lo que se escuche, sea simultáneo con lo que se vea.

En ocasiones, tal coordinación puede resultar contraproducente. Tras un acto en el que se narra una línea del tiempo, se muestran mapas territoriales de la Tierra Santa a lo largo del tiempo. Se debía grabar desde un celular para ser proyectado en la pantalla, todo en el momento, lo cual desafortunadamente no se logró en un inicio, por eso la reiteración de lo complejo que puede ser el querer amalgamar diversas técnicas en un solo arte. Además, nunca sabes si deberías prestar atención a un lado o hacia otro, provocando un poco de confusión en el espectador. Mientras unos están explicando el tema, otros juegan con figuras y recortes, todo un poco desorientado.

También mencionar el uso de luces y el final. Utilizan las sombras detrás de la pantalla de proyección para muchas dramatizaciones, sabiendo condensar una gran cantidad de personajes involucrados en el conflicto (recordemos, esto se toca desde hace siglos atrás) pero con tan pocas personas involucradas en el tema. En momentos, las proyecciones, que son muy crudas, incluyendo videos de muertes de niños, se mezclan con los cuerpos de los artistas, destacando que este problema es de todos.

Mientras que la coreografía final es desgarrador, el odio que se pudo expresar en palabras, lo hacen con una danza temática del Oriente Medio. Cada movimiento y cada pisotón es relejo de molestia, no por nada utilizan un rojo denso para potenciar el baile.

Finalmente, es una obra de teatro que toca un tema que puede extrapolar cada una de nuestras realidades. ¿Cuándo debemos sentir empatía?, ¿culpa? Todos sabemos conocer las leyes, la moralidad, pero nunca hacemos algo que de verdad pueda dar una solución a un conflicto. Nos quedamos en lo que nos enseñan a hacer ante una situación de emergencia, refugiándonos en el “hice lo que debí hacer”, sin culpa, ni remordimientos, pues actuaste, ¿fue suficiente? Parece ser que solamente debemos sentir culpa cuando es algo personal. En lo ajeno, con una acción mínima, basta.

Estos conflictos vienen a demostrar lo que somos capaces de hacer, y que, no habrá tragedia griega que pueda acercarse a los horrores del mundo.

La obra se estará presentando en el Centro Cultural el Hormiguero todo el mes cada viernes.